“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”

Juan 13:34

Amarás a tus enemigos

miércoles 13 de agosto, 2014

La evidencia suprema del genuino cristianismo es el amor hacia nuestros enemigos. Jesús estableció este estándar elevado en contraste con la idea prevaleciente en sus días. A partir del mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev. 19:18), muchos habían deducido algo que, en realidad, el Señor nunca había dicho ni planeado: odiarás a tu enemigo. Por supuesto, eso no estaba implícito en el texto mismo.

¿De qué maneras prácticas se puede manifestar amor hacia los enemigos, según Cristo? Luc. 6:27, 28.

Un adversario puede mostrarnos enemistad de tres maneras diferentes (Mat. 5:44): por una actitud hostil (“los que os aborrecen”), por medio de palabras soeces (“los que os maldicen”) y por medio de acciones abusivas (“los que os ultrajan y os persiguen”). A esta triple forma de expresión de enemistad, Cristo nos instruye que respondamos con tres manifestaciones de amor: hacer buenas acciones por ellos (“haced bien”), hablar bien de ellos (“bendecid”) e interceder por ellos ante Dios (“orad” por ellos). La respuesta cristiana a la hostilidad y el antagonismo es: “Vence con el bien el mal” (Rom. 12:21).

Nota que Jesús primeramente nos pide que amemos a nuestros enemigos y luego, como resultado, que demostremos este amor por medio de buenas acciones, palabras amables y oración intercesora. Sin el amor proveniente del Cielo, estas acciones, palabras y oraciones serían una falsificación hipócrita y ofensiva del verdadero cristianismo.

¿Qué razones mencionó Jesús para explicar por qué debemos amar a nuestros enemigos? Luc. 6:32 al 35.

A fin de ayudarnos a entender este mandamiento elevado, el Señor utilizó tres argumentos. Primero, debemos vivir por encima de los bajos estándares del mundo. Incluso los pecadores se aman unos a otros, y hasta los criminales se ayudan unos a otros. Si seguir el ejemplo de Cristo no nos elevara para vivir y amar de una forma superior a la virtud de los hijos de este mundo, ¿qué valor tendría? Segundo, Dios nos recompensará por amar a nuestros enemigos; aunque no tenemos que amarlos por la recompensa que recibiremos, Dios nos la otorgará con generosidad. Y tercero, este tipo de amor es una evidencia de nuestra comunión cercana con nuestro Padre celestial, que “es benigno para con los ingratos y malos” (Luc. 6:35).