“Le dijo Jesús: yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”

Juan 11:25

MUERTE Y RESURRECCIÓN

sábado 13 de septiembre, 2014

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 5:22 y 29; Lucas 8:54 y 55; Juan 1:1 al 4; 5:28 y 29; 11:11, 38-44.

Los seres humanos tenemos una repulsión innata hacia la muerte, porque fuimos creados solamente para vivir y nunca morir. La muerte es un intruso; no debió existir nunca.

Por eso, durante su ministerio terrenal, Jesús demostró una inmensa simpatía hacia los allegados de los difuntos. Cuando vio a la viuda de Naín llevando a la tumba a su único hijo, “se compadeció de ella, y le dijo: ‘No llores’”. (Luc. 7:13). Cristo consoló al padre descorazonado de una niña de doce años que acababa de fallecer, y le dijo: “No temas, cree solamente” (Mar. 5:36). Cada vez que la muerte se lleva a un ser querido, Jesús se conmueve entrañablemente por nuestro dolor. Su corazón compasivo llora con nosotros.

Pero, Cristo hace mucho más que llorar. Habiendo conquistado la muerte con su propia muerte y su resurrección, él tiene las llaves de la muerte y promete resucitar para vida eterna a todos los que creen en él. Esta es, por lejos, la mayor promesa que se nos ha dado en la Palabra de Dios; de lo contrario, si la muerte tuviera la última palabra, toda nuestra vida y todo lo que alguna vez logremos sería en vano.