“Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”

Santiago 2:13

AMAR AL PRÓJIMO

martes 28 de octubre, 2014

Lee Santiago 2:8 y 9, junto con Levítico 19:17 y 18, y Mateo 5:43 al 45. ¿Qué mensaje vital se nos da aquí?

Santiago llama a la Ley de Dios “la Ley real” (Sant. 2:8) porque es la Ley del “Rey de reyes” (Apoc. 19:16). La Ley de su reino se da en detalle en el Sermón del Monte (Mat. 5-7), que incluye la primera de las nueve referencias al amor al prójimo que hay en el Nuevo Testamento.

Las palabras de Jesús en Mateo 5:43 sugieren la manera en que se comprendía Levítico 19:18 en ese tiempo. Por ejemplo, en Levítico, los mandatos inmediatamente anteriores usan sinónimos aparentes de “prójimo” para una persona: prohíben odiar al “hermano” (Lev. 19:17) y guardar rencor contra otro israelita (Lev. 19:18).

Probablemente algunos interpretaran que esas órdenes significaban que estaba bien odiar a una persona que no fuera israelita o estar enojado con ella, porque no se la menciona específicamente en los textos de Levítico. Después de todo, los no israelitas eran considerados, en general, como enemigos. Sabemos que esta actitud existía en la comunidad de Qumram, un grupo de judíos devotos que se habían separado del resto de la Nación. Se les enseñaba a odiar a “los hijos de las tinieblas”, y al “hombre de perdición”, etiquetas que incluían no solo a los extranjeros, sino hasta a los israelitas que rechazaban las enseñanzas de la comunidad.

“El pecado es el mayor de todos los males, y debemos apiadarnos del pecador y ayudarlo. Son muchos los que yerran y sienten su vergüenza y desatino. Tienen hambre de palabras de aliento. Miran sus equivocaciones y errores hasta que casi son arrojados a la desesperación. No debemos descuidar a estas almas. Si somos cristianos, no pasaremos de largo, manteniéndonos tan lejos como nos sea posible de aquellos que más necesitan nuestra ayuda. Cuando vemos a un ser humano en angustia, sea por la aflicción o por el pecado, nunca diremos: Esto no nos incumbe”

DTG, p. 465, 466

La vida de Jesús es el mayor ejemplo de amor abnegado por los que no lo merecen y los que no pueden devolver el amor. ¿Cómo podemos aprender a expresar tal amor por quienes consideramos que no lo merecen, o no nos aman? ¿Por qué la entrega completa del ser y la muerte al yo son la única respuesta?