“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”
Santiago 2:26
UNA FE MUERTA
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” (Sant. 2:14). ¿Cómo entendemos este versículo en el contexto de la salvación solo por la fe? (Lee Sant. 2:15-17; compara con Rom. 3:27, 28; Efe. 2:8, 9.)
Santiago da una ilustración vívida de esta clase de fe falsa: una fe sin obras (Sant. 2:15, 16). Como vimos, la obediencia en Santiago es relacional. ¿Cómo nos relacionamos con un hermano en la iglesia que tiene necesidad? Las palabras no son suficientes. No podemos decir sencillamente: “Vete en paz. Dios proveerá”, cuando Dios nos ha provisto a nosotros para ayudar a ese hermano.
Por supuesto, las necesidades pueden no tener fin, y no podemos atender todas. Pero hay un principio llamado “el poder de uno”. Nosotros somos las manos y los pies de Jesús, y podemos ayudar una persona a la vez. De hecho, esa es la manera en que Jesús generalmente actuaba. En Marcos 5:22 al 34, un hombre, cuya hija estaba enferma, pidió ayuda a Jesús. Por el camino, una mujer se acercó desde atrás y tocó la vestimenta de Jesús. Después de ser sanada, Jesús podría haber seguido su camino y la mujer se hubiera ido feliz. Pero Jesús sabía que ella necesitaba más que la sanidad física. Así que, se detuvo, y se tomó el tiempo necesario para que todos pudieran aprender a ser testigos de Jesús, a compartir así como a recibir. Luego dijo las mismas palabras que vimos en Santiago 1:26: “Ve en paz” (Mar. 5:34). Pero, a diferencia de las palabras en Santiago, en este caso tenían un significado especial.
Cuando reconocemos una necesidad pero no hacemos nada acerca de ella, perdemos la oportunidad de ejercer fe. La fe se debilita y muere un poco. Por eso, la fe sin obras muere. Santiago la describe aún más severamente: la fe ya está muerta. Si estuviera viva, las obras estarían allí. Si no lo están, ¿de qué sirve? Al final del versículo 14, Santiago plantea la pregunta acerca de esta clase de fe sin obras y sin valor. En griego se expresa en forma más fuerte que en la mayoría de las traducciones: “Esa fe no puede salvarlo, ¿verdad?” La respuesta que Santiago espera es “no”.
¿Cómo podemos aprender a expresar mejor nuestra fe mediante obras, y así protegernos del engaño de que nuestras obras nos salvan?