“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” Mat. 5:3

Ni demasiado ni muy poco

martes 17 marzo, 2015

Este texto (Prov. 30:7-9) contiene la única oración en el libro de Proverbios. No es por azar que este pedido siga inmediatamente a la afirmación de Dios como el gran Creador (Prov. 30:4), y a la promesa de su fidelidad (vers. 5).

Lee Proverbios 30:7 al 9. ¿Por qué alguien preguntaría estas cosas?

Antes de que pidamos algo a Dios, es importante asegurarnos de que nuestra relación con él sea sólida. Si estamos mintiendo, estamos actuando como si Dios, que conoce todas las cosas, ni siquiera existiera. Por esto, la con fesión de nuestro pecado es un prerrequisito para el perdón (1 Juan 1:9). No podemos hacer trampa a Dios; él nos ve exactamente como somos. Al orar, el dramático gesto de postrarnos, echados sobre el polvo como muertos (Lam. 3:29), revela no solo nuestra reverencia y humildad, sino además muestra que percibimos nuestra desnudez espiritual ante él.

En Proverbios 30:8, el escritor pide a Dios que no le “dé” ni pobreza ni riqueza. La primera vez que el verbo “dar” se usa en la Biblia en relación con los seres humanos, refiere al don, que Dios les dio, de la comida (Gén. 1:29). Por esto, en muchas culturas el alimento se asocia tradicionalmente con la oración. Esta necesidad básica, que nos hace tan dependientes del Dios de la creación, pone la experiencia de la oración en el centro de nuestra supervivencia. Los dos pedidos no buscan solo el equilibrio en el carácter humano. Con vergen en una meta: la gloria de Dios. Si tenemos muy poco, robamos e insultamos a Dios; si tenemos demasiado, no sentimos la necesidad de Dios y podemos hasta negar su existencia. Sin embargo, es digno de notar que solo la última situación puede llevarnos a desconectarnos de Dios; lo primero, proba blemente, nos mantendrá en contacto con él. El Padrenuestro presenta las mismas dos preocupaciones: (1) “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mat. 6:11), atiende nuestras necesidades, y nada más; y (2) “No nos metas en tentación” (Mat. 6:13), se ocupa de nuestras necesidades, y mucho más que eso. Piensa en cuán dependiente eres de Dios. ¿Cómo el recordar este hecho puede ayudarte a crecer en la fe? ¿Qué peligros aparecen cuando olvidamos esta dependencia?

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