“Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” Luc. 13:29

EL REINO DE DIOS: YA, PERO NO TODAVÍA

martes 9 de junio, 2015

Jesús proclamó el Reino de Dios. En su primera proclamación pública en Nazaret (Luc. 4:16-21), afirmó que por medio de él ese día la profecía mesiánica de Isaías acerca del Reino y su ministerio redentor habían sido inaugurados.

Lucas registra otra afirmación que indica la realidad presente del Reino. Los fariseos le preguntaron cuándo vendría el Reino, y Jesús les contestó que “el reino de Dios está entre vosotros” (Luc. 17:21). Es decir, con Jesús, el Reino ya ha venido, con sus componentes que incluyen la curación de los enfermos (Luc. 9:11), la predicación del evangelio (Luc. 4:16-19), el perdón de los pecados (Luc. 7:48-50; 19:9, 10) y el aplastamiento de las fuerzas del mal (Luc. 11:20). De este modo, Jesús hizo que el Reino estuviera dentro de la persona, para transformarla a su semejanza. El Reino de Dios también se ve en la comunidad de los creyentes, una revelación de justicia y salvación. Este aspecto presente también se conoce como el “reino de la gracia de Dios [que] se está estableciendo, a medida que ahora, día tras día, los corazones que estaban llenos de pecado y rebelión se someten a la soberanía de su amor” (DMJ 93). Mientras el “ya” define el hecho de que el Reino es final –es decir, la derrota del pecado y de Satanás, y la victoria de Jesús en la gran controversia−, el aspecto del “todavía no” espera la conclusión física del mal, y el establecimiento de la Tierra Nueva: “El establecimiento completo del reino de su gloria no se producirá hasta la segunda venida de Cristo a este mundo” (ibíd., p. 93).

¿Qué nos enseñan estos textos acerca del Reino de Dios al final del tiempo? Luc. 17:23, 24; 21:5-36.

El estado de nuestro mundo –agitación, tristeza y dificultades en él− refleja ciertamente las palabras que Jesús expresó aquí. Aunque algunos alegan que el dolor y el sufrimiento significan que Dios no existe, podemos contestar que Jesús nos advirtió, hace casi dos mil años, que el estado del mundo demostraría no solo la existencia de Dios sino también la verdad de la Biblia misma. (Si el mundo fuera un paraíso ahora, las palabras de Jesús serían falsas.) Solo al final del tiempo se establecerá el Reino de Dios, en toda su plenitud. Hasta entonces, tenemos que tener paciencia.