“Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día” (Luc. 24:7).

EL GETSEMANÍ: LA LUCHA TERRIBLE

domingo 21 de junio, 2015

En la aurora de la historia, Dios creó a Adán y a Eva, y los puso en un hermoso jardín, bendecidos con todo lo que necesitaban para una vida de gozo. Pronto algo extraordinario sucedió: apareció Satanás (Gén. 3). Él tentó a la primera pareja, y empujó a la joven Tierra a la gran controversia entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás.

Ahora, en el tiempo de Dios, otro jardín (Luc. 22:39-46) llegó a ser un terrible campo de batalla, donde rugía la guerra entre la verdad y la falsedad, entre la justicia y el pecado, y entre el plan de Dios para la salvación humana y la meta de Satanás de la destrucción humana.

En el Edén, el mundo fue precipitado al desastre del pecado; en el Getsemaní, se aseguró la victoria definitiva del mundo. El Edén vio el trágico triunfo de la afirmación propia contra Dios; el Getsemaní mostró la entrega propia a Dios y reveló la victoria sobre el pecado.

Compara lo que sucedió en el Edén (Gén. 3:1-6) con lo que ocurrió en el Getsemaní (Luc. 22:39-46). ¿Cuál es la gran diferencia entre lo que sucedió en ambos jardines?

El Getsemaní representa dos cosas vitales: primera, un feroz ataque de Satanás para desviar a Jesús de la misión y el propósito de Dios; luego, el ejemplo más noble de dependencia de la fortaleza de Dios para realizar su voluntad y su propósito. El Getsemaní muestra que, por dura que sea la batalla y por débiles que seamos, la victoria es segura para los que han experimentado la fortaleza de la oración. Jesús oró, en palabras famosas: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. 22:42).

Todas las huestes de Satanás estuvieron alineadas contra Jesús; los discípulos, a quienes él amaba mucho, estaban ciegos a su sufrimiento. Gotas de sangre caían, una a una; el beso del traidor estaba a solo un aliento de distancia; y los sacerdotes y la guardia del Templo estaban por llegar. No obstante, Jesús nos mostró que la oración y la sumisión a la voluntad de Dios dan al alma la fortaleza necesaria para llevar las grandes cargas de la vida.

La siguiente vez en que seas fuertemente tentado, ¿de qué forma puedes tener la clase de experiencia que tuvo Jesús en el Getsemaní, a diferencia de la que Adán y Eva tuvieron en el Edén? ¿Cuál es el factor vital que marca toda la diferencia entre ellas?