EL REMANENTE
¿Qué pasó con Israel y Jerusalén después de rechazar el mensaje de Dios? Jer. 39:8, 9.
Todo lo que Dios había advertido que les sucedería fue exactamente lo que ocurrió. Por más que ellos no quisieron creer las advertencias, ciertamente las creyeron después de que ocurrieron. ¿Quién no ha experimentado algo similar en el ámbito personal? Dios nos advierte que no hagamos esto pues sucederá lo otro, pero lo hacemos igual y, claro, sucede lo que se nos dijo que ocurriría.
¿Qué mensaje se encuentra en Jeremías 23:2 al 8? ¿Qué esperanza se le dio al pueblo?
Desde la perspectiva humana, todo parecía perdido: su nación yacía en ruinas, su templo fue destruido, sus gobernantes fueron al exilio y estaban cautivos, y la ciudad de Jerusalén era un montón de piedras. La nación judía y el pueblo judío debían haber desaparecido de la historia en ese momento, como tantas otras naciones sufrieron precisamente eso.
No obstante, Dios tenía otros planes, y en los versículos indicados arriba (y en muchos otros) les dio la esperanza de que no todo estaba perdido, sino que un remanente permanecería, y volvería y, por medio de él, las promesas se cumplirían. Es decir, en medio de todas las advertencias de castigo y destrucción, los profetas también le dieron al pueblo su única esperanza.
“Los sombríos años de destrucción y muerte que señalaron el fin del reino de Judá habrían hecho desesperar al corazón más valeroso de no haber sido por las palabras de aliento contenidas en las expresiones proféticas emitidas por los mensajeros de Dios. Mediante Jeremías en Jerusalén, mediante Daniel en la corte de Babilonia y mediante Ezequiel a orillas del Chebar, el Señor, en su misericordia, aclaró su propósito eterno y dio seguridades acerca de su voluntad de cumplir para su pueblo escogido las promesas registradas en los escritos de Moisés. Con toda certidumbre realizaría lo que había dicho que haría en favor de aquellos que le fuesen fieles. ‘La palabra de Dios [...] vive y permanece para siempre’ (1 Ped. 1:23)” (PR 342).