“Él juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová” (Jer. 22:16).

Conclusión

viernes 16 de octubre, 2015

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

“Durante los años finales de la apostasía de Judá, las exhortaciones de los profetas parecían tener poco efecto; y cuando los ejércitos de los caldeos vinieron por tercera y última vez para sitiar a Jerusalén, la esperanza abandonó todo corazón. Jeremías predijo la ruina completa; y porque insistía en la rendición se lo arrojó finalmente a la cárcel. Pero Dios no abandonó a la desesperación completa al fiel residuo que quedaba en la ciudad. Aun mientras los que despreciaban sus mensajes lo vigilaban estrechamente, Jeremías recibió nuevas revelaciones concernientes a la voluntad del Cielo para perdonar y salvar, y ellas han sido desde aquellos tiempos hasta los nuestros una fuente inagotable de consuelo para la iglesia de Dios” (PR 343, 344).

Considera la frase “la voluntad del Cielo para perdonar y salvar”. Piensa en todas las formas en que se nos ha mostrado esta voluntad. Tenemos la Palabra de Dios, que nos revela el plan de salvación. Se nos han dado los escritos dirigidos por el Espíritu de profecía, un don maravilloso. ¿Cuáles son otras maneras en que vemos “la voluntad del Cielo de perdonar y salvar?”

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. “[El pueblo dijo] al profeta Jeremías: ‘Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos)” (Jer. 42:2). ¿Qué enseña este versículo, y lo que leímos en Jeremías 23:3, acerca del tema del remanente en Jeremías?
  2. Es tan fácil, desde nuestra perspectiva, mirar hacia atrás, a la historia sagrada, y ver todas las fallas y faltas y deficiencias espirituales del pueblo de Dios de la antigüedad. Y debemos hacerlo, pues se nos dijo que estas historias fueron escritas como ejemplos para nosotros (1 Cor. 10:11). Lo triste es que muchas de esas personas en aquel tiempo, en su propio contexto y cultura, pensaban que estaban haciendo lo correcto, que estaban bien con Dios. ¿Qué advertencia debe darnos esto a nosotros, acerca de cuán ciegos podemos ser respecto de nuestra verdadera condición espiritual? ¿De qué maneras podemos afrontar esa verdadera condición espiritual? ¿Por qué debemos mantener la Cruz como el centro de ese proceso? ¿Qué nos sucedería si no la mantenemos en el centro de nuestra vida espiritual?