“Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí” (Jer. 20:7).

COMO UN FUEGO EN SUS HUESOS

martes 27 de octubre, 2015

Las severas palabras de Jeremías contra Pasur y la nación no eran sus propias palabras; no fueron expresadas con enojo por haber sido puesto en el cepo. Eran las palabras de Dios dadas a él para el pueblo.

Sin embargo, lo que continúa proviene directamente del corazón del propio Jeremías, y está escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Es el clamor que siente un ser humano a quien no le gusta la situación en la que está, y reclama acerca de ella.

Lee Jeremías 20:7 al 14. ¿Qué está queriendo decir el profeta? ¿Qué nos enseña acerca de su humanidad, y también de nuestra propia humanidad?

Sus palabras al principio parecen blasfemas. Sin embargo, uno se pregunta por qué diría él que Dios lo había seducido [“engañado”, DHH], si desde el mismo principio Dios le había advertido que afrontaría dura oposición. Se queja, diciendo: “Cada vez que hablo, todo lo que digo es ‘violencia y destrucción’. No es extraño que la gente esté en contra de mí”.

Al mismo tiempo, ¿cuál es la importancia vital de lo que dice en Jeremías20:9?

A él le habría gustado abandonar todo y dejar de predicar, pero la palabra de Dios era como un fuego en su corazón y en sus huesos. Qué metáfora poderosa de alguien que conoce su vocación y, a pesar del dolor personal y sin importar lo que le ocurra, continúa con ella. (Encontramos pensamientos similares en Amós 3:8 y 1 Cor. 9:16.)

En todos estos versículos, vemos la lucha que enfrenta Jeremías; podemos ver la gran controversia rugiendo tanto fuera como dentro de él. En un momento está alabando a Dios por salvar a los necesitados de los malvados; en el siguiente (como veremos mañana), está maldiciendo el día en que nació.

¿Por qué es tan importante, especialmente en circunstancias difíciles, alabar a Dios y meditar en las formas en que nos ha revelado su amor?