CONFIAR EN MENTIRAS
“Ahora oye, Hananías: Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo” (Jer. 28:15).
La respuesta acerca de quién estaba en lo correcto, si Jeremías o Hananías, vino muy pronto. Jeremías 28:16 y 17 cuenta la suerte del falso profeta, que fue exactamente la que el verdadero profeta había dicho que sería.
Aunque Hananías murió, había hecho un gran daño a la nación. Sus obras, en un sentido, lo siguieron. Hizo que el pueblo confiara en mentiras. El hebreo es hifil, una forma causativa del verbo “confiar”. Él hizo que ellos confiaran en una mentira, no en el sentido de forzarlos físicamente, sino por medio de engaño. Aun cuando Dios no lo había enviado, él aseguró que hablaba en nombre de Dios, y eso en Judá tenía gran peso. Además, el mensaje de Hananías de “gracia”, “liberación” y “redención” ciertamente era algo que la gente quería escuchar, considerando la gran amenaza planteada por Babilonia para la nación. Sin embargo, era un falso “evangelio”, un falso mensaje de salvación que Dios no había dado. Así que, en un momento cuando el pueblo necesitaba oír las palabras de Jeremías y el mensaje de redención que él traía, ellos escucharon en cambio las palabras de Hananías, y esto hizo que sus males solo fueran mayores.
¿Qué tienen en común Jeremías 28:15 y los siguientes textos?
2 Tim. 4:3, 4
2 Tes. 2:10-12
Las cosas hoy no son diferentes: estamos en medio de una gran controversia, una batalla por los corazones y las mentes de los miles de millones de habitantes del mundo. Satanás está trabajando con diligencia para que, tantos como sea posible, “confíen en una mentira”; y esa mentira puede venir en muchas formas y de diferentes maneras, pero siempre será una mentira. Después de todo, por cuanto Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6), las mentiras de Satanás pueden ser acerca de cualquier cosa (y todas las cosas), mientras no contengan la verdad como es en Jesús.
¿Por qué algunas de las mentiras son tan difundidas hoy en tu cultura? ¿Por qué el aferrarse a Jesús, y a su Palabra, es nuestra única protección contra ellas?