“Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz” Jeremías 29:7

LA CAÍDA DE JERUSALÉN

martes 1 de diciembre, 2015

El sitio de Jerusalén comenzó en serio en enero de 588 a.C., y duró hasta tarde en el verano de 586 a.C. Jerusalén había sido capaz de soportarlo por más de dos años antes de que se cumplieran las palabras proféticas de Jeremías, y las tropas babilónicas rompieran el muro y destruyeran la ciudad. El hambre era tan grave dentro de las murallas que los defensores habían perdido toda su fuerza y no pudieron resistir por más tiempo. El rey Sedecías huyó con su familia, pero en vano. Fue capturado y llevado ante Nabucodonosor, quien ejecutó a los hijos de Sedecías ante sus ojos. Podemos leer mucho de esta triste historia en Jeremías 39:1 al 10.

Lee Jeremías 40:1 al 6. ¿Cuál es el significado de las palabras de Nabuzaradán a Jeremías?

¡Cuán fascinante es que este comandante pagano comprendiera la situación mejor que el propio pueblo de Jeremías! Obviamente, los babilonios sabían algo acerca de Jeremías y su obra, y lo trataron en forma diferente de los demás, como a Sedecías (ver Jer. 39:11, 12). El texto no dice por qué este líder pagano atribuyó la caída de Jerusalén a Dios como castigo por los pecados del pueblo, en vez de atribuirlo a la superioridad de sus propios dioses sobre los de Judá. Cualquiera que haya sido la razón, es un testimonio sorprendente acerca de cómo, aun en medio de esa calamidad innecesaria, Dios había revelado algo acerca de sí mismo a los paganos.

¿Qué elección podía hacer Jeremías? ¿Ir cautivo a Babilonia o permanecer en el lugar con los que quedaban? Ninguna de las dos perspectivas era atrayente, considerando las circunstancias para todos ellos. Sin embargo, ciertamente las necesidades espirituales de ambos grupos sería grande, y Jeremías podía ministrar dondequiera que fuera. Él decidió quedarse con el grupo dejado en la tierra, con los pobres que sin duda necesitarían todo el ánimo y la ayuda que pudieran conseguir (ver Jer. 40:6, 7).

¿De qué forma puedes aprender a ministrar a otros, no importa en qué situación te encuentres? ¿Por qué es importante, aun para ti mismo, que ministres de cualquier manera en que puedas hacerlo?