“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1 Cor. 15:54).

LA ARMADURA DE DIOS

miércoles 2 de marzo, 2016

La realidad del Gran Conflicto, y que estamos en una batalla literal con un enemigo real (Efe. 6:11), se revela en el uso que hace Pablo de imágenes de la guerra en Efesios 6.

Lee Efesios 6:11 al 17. ¿Qué nos dicen estos versículos acerca de cuán real y personal es la batalla?

Lo que importa no es qué es cada parte de la armadura, sino más bien qué representa. Nota que Pablo enfatiza que necesitamos tomar toda la armadura, no solo piezas seleccionadas de ella. Al hacerlo, permaneceremos en pie (Efe 6:13), una metáfora que usa la Biblia para describir la inocencia en el juicio (comparar con Sal. 1:5). En otras palabras, seremos victoriosos.

Lo que mantiene a toda la armadura en su lugar es el cinturón, usado como una metáfora de la verdad (Efe. 6:14). Así, la verdad sostiene nuestras defensas espirituales en su lugar. Jesús a menudo habló acerca de la verdad (Juan 1:14, 17; 4:24; 8:32; 14:6). Sigue la coraza de justicia (Efe. 6:14); “justicia” es otra palabra clave en los discursos de Jesús (p. ej., Mat. 5:6, 10; 6:33). En el Antiguo Testamento, la rectitud se entendía como sosteniendo la justicia y asegurando que todos tuvieran un trato justo.

Las sandalias militares (Efe. 6:15) representan el evangelio de paz, expresión tomada de Isaías 52:7, que habla acerca de la gente que camina grandes distancias para que los cautivos sepan que Jerusalén ha sido reconstruida y que Dios ha restaurado la libertad a su pueblo. Es otra manera de decir que parte de la pelea contra el mal es hacer que la gente sepa que Dios ha ganado ya la batalla, y que pueden ahora vivir en paz consigo mismas, con otros y con Dios.

El escudo de la fe (Efe. 6:16) impide que los “dardos de fuego” golpeen el blanco y causen destrucción masiva. El yelmo de salvación (vers. 17) es paralelo con la corona que Jesús comparte con nosotros (Apoc. 1:6; 2:10), y la espada del Espíritu (la Palabra de Dios) es nuestra única arma de autodefensa, para ser usada como Jesús lo hizo cuando fue tentado por el diablo (Mat. 4:4, 7, 10).

¿Qué nos dice el hecho de que la armadura es completa acerca de nuestra total dependencia de Dios en el Gran Conflicto? ¿Cómo podemos asegurarnos de que ninguna parte de nosotros esté sin protección?