“Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mat. 7:28, 29).
LA JUSTICIA DE LOS ESCRIBAS Y LOS FARISEOS
Lee Mateo 5:20. ¿Qué quiso enseñar Jesús cuando dijo que a menos que nuestra justicia “supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley” (NVI) no podremos entrar en el Reino de los cielos?
Aunque la salvación siempre ha sido por fe y aunque el judaísmo, como debería haber sido practicado, siempre fue un sistema de gracia, el legalismo se infiltró como puede hacerlo en cualquier religión que toma en serio la obediencia, tal como el adventismo del séptimo día. En el tiempo de Cristo, muchos líderes religiosos (pero no todos) habían caído en una clase de “ortodoxia religiosa dura [...] destituida de contrición, ternura o amor”, que los transformaba de tal modo que su influencia “no tenía poder para proteger al mundo contra la corrupción” (DMJ 49).
Las meras formas externas, especialmente las fabricadas por el hombre, no tienen poder para cambiar las vidas o transformar los caracteres. La única fe verdadera es la que obra por el amor (Gál. 5:6); solo ella hace que las acciones externas sean aceptables a la vista de Dios.
Lee Miqueas 6:6 al 8. ¿De qué modo esto es un resumen del Sermón del Monte?
Aun en los tiempos del Antiguo Testamento, los sacrificios no eran un fin en sí mismos, sino un medio para un fin; y ese fin era una vida en la que los seguidores de Dios reflejaran su amor y su carácter, algo que solo puede hacerse por medio de una entrega total a Dios y de una percepción de nuestra total dependencia de su gracia salvadora. A pesar de todas sus apariencias externas de piedad y fe, muchos de los escribas y fariseos no eran, decididamente, un modelo de cómo debía vivir un seguidor del Señor.
Aun si eres un gran creyente en la salvación por la fe sola y aceptas que solo la justicia de Jesús puede salvarte, ¿cómo puedes estar seguro de que formas sutiles del legalismo no han penetrado en tu fe?