“Que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna” (Sal. 146:7-9).

UNA VOZ PROFÉTICA – I

martes 12 julio, 2016

“Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso” (Prov. 31:8, 9). ¿De qué forma podemos obtener estos principios y aplicarlos hoy?

Hasta aquí, esta semana hemos notado que Dios quiere que su pueblo exprese sus propias características de misericordia y justicia como parte de su conducta ideal. Los profetas hebreos, a menudo, hablaban en favor de los necesitados, llamando al pueblo de Dios a que se arrepintiera por representar mal la preocupación divina por los marginados y los oprimidos. De hecho, Dios iguala la conducta redentora abnegada con la verdadera adoración.

Lee Isaías 1:13 al 17. ¿Qué enseña esta declaración sobre la definición divina de la adoración verdadera? ¿De qué manera podemos tomar lo que aquí se expresa, en este contexto inmediato, y aplicarlo a nosotros hoy? Es decir, ¿qué deben enseñarnos estos versículos ahora?

Aunque, por supuesto, muchos de los profetas del Antiguo Testamento apuntaban a eventos futuros más allá de su propia vida, también se concentraron fuertemente en reformas espirituales y morales, y en el servicio abnegado en su presente. La voz profética de los siervos de Dios sonó más potente cuando el pueblo hacía esfuerzos extravagantes para adorar pero no reflejaba la compasión de Dios por los sufrientes que los rodeaban. Es imposible imaginarse un peor testigo que aquel que está tan ocupado “adorando” a Dios que no tiene tiempo para ayudar a los necesitados. ¿No será que quienes sirven al Señor ministrando a otros revelan una forma de “adorar”?

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