“Que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna” (Sal. 146:7-9).
JUSTICIA Y MISERICORDIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO – I
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Éxodo 22:21-23; 23:2-9; Amós 8:4-7; Isa. 1:13-17; 58:1-4; Hechos 20:35.
HACE UN TIEMPO, DURANTE UN DÍA FRÍO en la ciudad de Nueva York, un muchachito de diez años, descalzo y temblando, observaba el escaparate de una zapatería. Una mujer se acercó al niño y le preguntó por qué estaba mirando tan seriamente la vidriera; él le respondió que le estaba pidiendo a Dios que le diera un par de zapatos. La mujer lo tomó de la mano y entraron en la tienda. Le pidió al empleado que trajera seis pares de medias, y también una palangana con agua y una toalla. Llevó al muchacho a la parte posterior de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies y los secó con la toalla. El vendedor volvió con las medias. La mujer le puso un par en los pies, y le compró además un par de zapatos. Ella le palmeó la cabeza mientras le preguntaba si sentía más cómodo ahora. Cuando ella se volvió para irse, el niño asombrado la tomó las manos y, con lágrimas en los ojos, le preguntó: “¿Es usted la esposa de Dios?”−www.inspirationalstories.com/1/198.html.
Ese niño dijo una verdad más grande de lo que imaginaba. La iglesia de Dios es la esposa de Dios. Su carácter se expresa en el versículo para memorizar de esta semana. Como miembros transformados de su iglesia, debemos reflejar ese carácter. Si realmente somos suyos, atenderemos apasionadamente a los pobres y a los impotentes, y haremos provisión para ellos.