“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9).
EL GRAN MAESTRO
Como hemos visto durante todo este trimestre, un aspecto central del ministerio de Cristo aquí, en la Tierra, fue ser maestro. Desde el comienzo de su ministerio, ya sea mediante actos o hechos, Jesús estaba constantemente enseñando a sus seguidores verdades acerca de sí mismo, sobre el Padre, sobre la salvación y sobre la esperanza venidera (ver Mat. 5:2; Mar. 4:2; Luc. 19:47; Juan 6:59).
De hecho, con solo leer un Evangelio, cualquier Evangelio, de principio a fin encontrarás a Jesús enseñando. Y aunque, incluso ahora, a través de su Palabra, el Señor continúa enseñándonos, en el nuevo mundo esta enseñanza continuará también. Pero imagina cuán diferente será en una existencia libre de pecado y de todas las limitaciones que el pecado nos impone.
“Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos” (Zac. 13:6). ¿De qué crees que está hablando este versículo?
“Y, a medida que transcurran los años de la eternidad, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más aprendan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la Redención y las proezas asombrosas en el gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán con devoción siempre más ferviente, y con arrebatador gozo tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de alabanza. [...]
“El Gran Conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el Universo está limpio. Una misma pulsación de armonía y júbilo late a través de la vasta Creación. Del Ser que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran, en su belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es amor” (CS 736, 737).
De todas las verdades increíbles que aprenderemos a través de la eternidad, nada nos cautivará más que el sacrificio de Cristo en nuestro favor. Piensa en cuánta profundidad y riqueza tendrá, que lo estudiaremos por toda la eternidad. Incluso en nuestros días, ¿cómo puedes aprender a apreciar mejor lo que Jesús ha hecho por nosotros en la Cruz?