“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9).
UNA EXISTENCIA NUEVA
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4). ¿Cuán diferente de este mundo será nuestra nueva existencia, una existencia en la que ya no habrá muerte, tristeza ni dolor?
Un cristiano estaba hablando con un amigo sobre la esperanza del evangelio, la promesa de la vida eterna a través de Jesucristo. Esta persona respondió negativamente a la idea en general. “¿Vida eterna?”, expresó, estremecido. “¡Qué pensamiento tan horrible! Nuestros setenta u ochenta años aquí ya son bastante malos. ¿Quién querría prolongar esto para siempre? ¡Eso sería un infierno!”
Esta persona tendría razón, si no fuera porque no entendió que la promesa de la vida eterna no es una mera continuación de esta vida aquí. Por favor, ¿quién querría eso? Al contrario, como dice el versículo anterior, las cosas viejas pasaron y todas las cosas se habrán vuelto nuevas.
¿Qué nos dicen los siguientes pasajes sobre la nueva existencia prometida?
2 Pedro 3:10–13
Apocalipsis 21:1–6
Lo importante para nosotros en todo esto es: ¿Qué se necesita para ser parte de esta nueva existencia? ¿Cómo llegamos allí? ¿Cómo podemos estar seguros de que seremos parte de esto? ¿Qué cosas en nuestra vida, si las hay, podrían interponerse en el camino para llegar a ser parte de lo que Dios nos ha prometido a través de Jesús?