“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17).

CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA (ISA. 65:17–25)

domingo 21 de marzo, 2021

Lee Isaías 65:17 al 25. ¿Qué tipo de restauración promete el Señor?

Dios promete una nueva creación, y comienza con estas palabras: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17). En esta notable profecía, el Señor promete “tra[er] a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo” (65:18). En la ciudad no habrá más llanto (65:19). La gente normalmente vivirá bastante más de un siglo antes de morir (65:20). Su trabajo y sus hijos subsistirán para que ellos disfruten (65:21–23).

Si bien esto es bueno, ¿por qué no es una escena de nuestra restauración final, nuestra esperanza final?

Por ahora tenemos una escena de una vida larga y tranquila en la Tierra Prometida. Pero, a pesar de que la gente viva más, aún muere. ¿Dónde está la transformación radical de la naturaleza que esperamos con la creación de “nuevos cielos” y una “nueva tierra”? El siguiente versículo nos dice: “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová” (Isa. 65:25).

Para que los carnívoros como los leones se vuelvan vegetarianos se requiere mucho más que una clase de cocina vegetariana. Se necesita una nueva creación para restaurar el mundo a su estado ideal, como era antes de que el pecado, en el Edén, introdujera la muerte.

Aquí, en Isaías 65, Dios presenta la creación de “nuevos cielos” y una “nueva tierra” como un proceso, una serie de pasos, que comienza con la reconstrucción de Jerusalén. Compara Isaías 11, donde el Mesías traería justicia (Isa. 11:1–5). Luego, finalmente, habrá paz en el “santo monte” mundial de Dios. Las imágenes que se utilizan en Isaías 11 son similares a las que se encuentran en Isaías 65: “Morará el lobo con el cordero [...] y el león como el buey comerá paja” (11:6, 7). Aunque el “santo monte” del Señor comenzaría con el Monte Sion de Jerusalén, este era solo un precursor, un símbolo de lo que Dios promete hacer, en última instancia, en un mundo nuevo con su pueblo redimido.

Supongamos que, en lugar de vivir 60, 70, 90 o incluso 100 años, la mayoría de la gente viviera un millón de años o más. ¿Por qué aun así no se resolvería el problema fundamental de la humanidad? ¿Por qué la vida eterna es la única respuesta a nuestras más profundas necesidades humanas?