“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gén. 6:8).

EL PRINCIPIO DEL PECADO (GÉN. 6:5)

domingo 11 de abril, 2021

La opinión divina al final de la Creación de Dios fue que todo “era bueno en gran manera” (Gén. 1:31). Luego entró el pecado, y el paradigma cambió. Las cosas ya no eran “buenas en gran manera”. La ordenada Creación de Dios se vio empañada por el pecado y todos sus repugnantes resultados. La rebelión alcanzó proporciones terribles en los días de Noé; el mal consumió a la raza. Aunque la Biblia no nos da muchos detalles (ver además PP 78-81), las transgresiones y las rebeliones evidentemente fueron algo que ni siquiera un Dios amoroso, paciente y perdonador podía tolerar.

¿Cómo pudo empeorar todo con tanta rapidez? Quizá la respuesta no sea tan difícil de encontrar. ¿Cuántas personas, hoy en día, al mirar sus propios pecados, no se han preguntado lo mismo: cómo es que todo empeoró tan rápido?

Busca los textos enumerados a continuación. Anota la cuestión que plantean. Observa la progresión constante del pecado: 1. Gén. 3:62. Gén. 3:11-13 3. Gén. 4:54. Gén. 4:85. Gén. 4:19 6. Gén. 4:23 7. Gén. 6:2 8. Gén. 6:5,11

Génesis 6:5 y 11 no se produjeron en el vacío; había una historia detrás. Este terrible resultado tuvo una causa. El pecado empeoró progresivamente. Es lo que tiende a hacer. El pecado no es como un corte o una herida, con algún proceso automático incorporado que trae curación. Al contrario, el pecado, si no se controla, se multiplica; nunca se satisface hasta llevar a la ruina y la muerte. No es necesario imaginar la vida antes del Diluvio para ver ese principio en acción; existe a nuestro alrededor incluso en la actualidad.

No es de extrañar que Dios odie el pecado; no es de extrañar que, tarde o temprano, el pecado sea erradicado. Un Dios justo y amoroso no puede hacer otra cosa con eso.

Por supuesto, lo bueno es que, aunque él desea deshacerse del pecado, anhela salvar a los pecadores. De eso se trata el Pacto.