“Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti” (Gén. 17:7).

DE ABRAM A ABRAHAM (GÉN. 17:4, 5)

martes 20 de abril, 2021

Aunque los nombres de Dios entrañan un significado espiritual y teológico, este tipo de significados no se restringen solo a Dios. Los nombres de personas en el antiguo Cercano Oriente no eran solo formas irrelevantes de identificación como a menudo lo son para nosotros; en la actualidad, no hay mucha diferencia al ponerle el nombre de María o Susana a una niña. No obstante, para los antiguos semitas, los nombres personales estaban cargados de significado espiritual. Todos los nombres semíticos de personas tienen significado, y generalmente consisten en una frase u oración corta que consta de un deseo o una expresión de gratitud por parte de los padres. Por ejemplo, Daniel significa “Dios es juez”; Joel significa “Yahvéh es Dios”; o Natán significa “Don de Dios”.

Debido a la importancia que se les da a los nombres, estos a menudo se cambian para reflejar un cambio radical en la vida y las circunstancias de una persona.

Busca los siguientes textos. ¿Qué situaciones abordan y por qué hubo cambio de nombres en estas situaciones? 1. Génesis 32:282. Génesis 41:45 3. Daniel 1:7

Sin embargo, en cierto sentido, no es tan difícil, incluso para la mente moderna, comprender la importancia del nombre de una persona. Hay efectos sutiles y, a veces, no tan sutiles. Si a alguien constantemente le dicen “tonto” o “feo”, y si muchos usan esos apelativos para dirigirse a esa persona todo el tiempo, tarde o temprano esos nombres podrían tener un impacto en cómo esa persona se ve a sí misma. De la misma manera, al ponerles ciertos nombres a las personas, o cambiárselos, parece posible influir en su autopercepción y, por lo tanto, influir sobre cómo actuarían.

Con esto en mente, no es tan difícil entender por qué Dios quiso cambiarle el nombre Abram por Abraham. Abram significa “El Padre es exaltado”; Dios lo cambió por Abraham, que significa “Padre de una multitud”. Al observar la promesa del pacto en la que Dios dice: “Te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti” (Gén. 17:6), el cambio de nombre tiene más sentido. Quizás haya sido la forma en que Dios ayudó a Abraham a confiar en la promesa del pacto, que se le hizo a un hombre de 99 años, casado con una anciana que hasta entonces había sido estéril. En resumen, Dios lo hizo para ayudar a Abraham a aumentar la fe en sus promesas.