“He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).
LA PROMESA DEL MESÍAS: PRIMERA PARTE
“Todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Gén. 28:14).
“Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gál. 3:29).
Más de una vez el Señor dijo a Abraham que en su simiente –su descendencia– todas las naciones de la Tierra serían bendecidas (ver además Gén. 12:3; 18:18; 22:18). Esta maravillosa promesa del Pacto se repite porque, de todas las promesas, esta es la más importante, la más duradera, la que hace que todas las demás valgan la pena. En cierto sentido, esta fue la promesa del surgimiento de la nación judía, a través de la cual el Señor quería que “todas las familias de la tierra” conocieran al Dios verdadero y su plan de salvación. Sin embargo, la promesa alcanza su cumplimiento completo solo en Jesucristo –quien provino de la simiente de Abraham–, aquel que en la Cruz pagó por los pecados de “todas las familias de la tierra”.
Piensa en la promesa del Pacto hecha después del Diluvio (en la que el Señor prometió no volver a destruir el mundo mediante agua). ¿Qué bien supremo implicaría esto sin la promesa de redención que se encuentra en Jesús? ¿Qué bien supremo sería cualquiera de las promesas de Dios sin la promesa de la vida eterna que se encuentra en Cristo?
¿Cómo entiendes la noción de que en Abraham, a través de Jesús, “todas las familias de la tierra” serían bendecidas? ¿Qué significa eso?
Indudablemente, la promesa del Pacto del Salvador del mundo es la más grande de todas las promesas de Dios. El Redentor mismo se convierte en el medio por el que se cumplen los compromisos del Pacto y todas sus demás promesas. A todos (tanto judíos como gentiles) los que se unen a él se considera la verdadera familia de Abraham y herederos de la promesa (Gál. 3:8, 9, 27-29); es decir, la promesa de vida eterna en un entorno sin pecado, en el cual el mal, el dolor y el sufrimiento nunca volverán a surgir. ¿Te puedes imaginar una promesa mejor que esa?
La promesa de la vida eterna en un mundo sin pecado ni sufrimiento ¿qué tiene, que nos atrae tanto? ¿Podría ser que la anhelemos porque para eso fuimos creados originalmente, y que estemos deseando algo que es esencial a nuestra naturaleza?