“He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).

UNA NACIÓN GRANDE Y FUERTE...

miércoles 28 abril, 2021

Dios no solo prometió a Abraham que en él serían benditas todas las familias de la Tierra; el Señor aseguró que haría de él “una nación grande y fuerte” (Gén. 18:18; ver además 12:2; 46:3); tremenda promesa para un hombre anciano, casado con una mujer que ya no estaba en edad de procrear. Por lo tanto, cuando Abraham no tenía descendencia ni aun un hijo, Dios le prometió ambas cosas.

No obstante, esta promesa no se cumplió por completo mientras Abraham vivió. Ni Isaac ni Jacob la vieron cumplirse. Dios se la repitió a Jacob, con la información adicional de que la promesa se cumpliría en Egipto (Gén. 46:3); aunque Jacob tampoco la vio. Finalmente, por supuesto, esa promesa se cumplió.

¿Por qué el Señor quiso hacer de la simiente de Abraham una nación especial? El Señor ¿solo quería otro país de determinado origen étnico? ¿Qué propósitos iba a cumplir esta nación? Lee Éxodo 19:5 y 6; Isaías 60:1 al 3; y Deuteronomio 4:6 al 8; y en las líneas siguientes, escribe la respuesta:

Resulta evidente, en las Escrituras, que Dios se propuso atraer a sí a las naciones del mundo a través del testimonio de Israel, que sería, bajo su bendición, un pueblo feliz, sano y santo. Una nación tal demostraría la bendición resultante de la obediencia a la voluntad del Creador. Las multitudes de la Tierra se sentirían atraídas a adorar al Dios verdadero (Isa. 56:7). Por lo tanto, la atención de la humanidad se dirigiría hacia Israel, hacia su Dios y al Mesías, que se manifestaría en medio de ellos, el Salvador del mundo.

“Los hijos de Israel debían ocupar todo el territorio que Dios les había señalado. Las naciones que habían rechazado el culto y el servicio al Dios verdadero debían ser desposeídas. Pero el propósito de Dios era que, por medio de la revelación de su carácter a través de Israel, los hombres fueran atraídos a él. La invitación del evangelio debía darse a todo el mundo. Por medio de la enseñanza del sistema de sacrificios, Cristo debía ser levantado ante las naciones, y todos los que lo miraran vivirían” ( PVGM 236, 237).

¿Puedes ver algún paralelismo entre lo que el Señor quería hacer a través de Israel y lo que quiere hacer a través de nuestra iglesia? Si es así, ¿cuáles son esos paralelismos? Lee 1 Pedro 2:9.

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