“He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

viernes 30 de abril, 2021

Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “Abraham en Canaán”, pp. 111-123; “La prueba de fe”, pp. 125-133.

“No fue una prueba ligera la que soportó Abraham, ni tampoco era pequeño el sacrificio que se requirió de él. [...] Pero no vaciló en obedecer el llamado. Nada preguntó en cuanto a la Tierra Prometida [...]. Dios había hablado, y su siervo debía obedecer; para él, el lugar más feliz de la Tierra era dónde Dios quería que estuviese” (PP 104, 105).

Cuando Abram entró en Canaán, el Señor se le apareció y le dejó en claro que si bien él iba a residir temporalmente en la tierra, esta les sería entregada a sus descendientes (Gén. 12:7). Dios repitió esta promesa varias veces (ver Gén. 13:14, 15, 17; 15:13, 16, 18; 17:8; 28:13, 15; 35:12). Unos cuatrocientos años después, en cumplimiento de la promesa (Gén. 15:13, 16), el Señor anunció a Moisés que sacaría a Israel de Egipto a una tierra que fluía leche y miel (Éxo. 3:8, 17; 6:8). Dios le repitió la promesa a Josué (Jos. 1:3), y en los días de David se cumplió en gran parte, pero no totalmente (Gén. 15:18-21; 2 Sam. 8:1-14; 1 Rey. 4:21; 1 Crón. 19:1-19).

Ahora lee Hebreos 11:9, 10, y 13 al 16. Estos versículos dejan en claro que Abraham y los demás patriarcas fieles veían a Canaán como un símbolo, o un auspicio, del hogar definitivo del pueblo redimido de Dios. En el contexto de pecado, no es posible ningún hogar permanente. La vida es pasajera, como “neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Sant. 4:14). Como descendientes espirituales de Abraham, nosotros también debemos darnos cuenta de que “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir” (Heb. 13:14). La certeza de la vida futura con Cristo nos mantiene firmes en este mundo presente de cambio y decadencia.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿Qué efecto debería tener la promesa de Dios de una Tierra Nueva en nuestra experiencia cristiana personal? (Comparar con Mat. 5:5; 2 Cor. 4:17, 18; Apoc. 21:9, 10; 22:17.)
  2. “La verdadera grandeza debía resultar del acatamiento a las órdenes de Dios y de la cooperación con su propósito divino” (CBA 1:306). Analiza lo que significa esta declaración.

Resumen: ¡Promesas! ¡Cuán preciosas son para el creyente! ¿Se cumplirán? La fe responde que sí.