“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9).

ACUERDO DE TIERRAS (GÉN. 35:12)

lunes 03 mayo, 2021

La promesa de que se daría una tierra al pueblo de Dios, Israel, primeramente la recibió Abraham y luego les fue repetida a Isaac y a Jacob. Las palabras de José en su lecho de muerte repiten esta promesa (Gén. 50:24). Sin embargo, Dios informó a Abraham que pasarían “cuatrocientos años” antes de que la simiente de Abraham tomara posesión de la tierra (Gén. 15:13, 16). El cumplimiento de la promesa comenzó en los días de Moisés y de Josué. Moisés repitió el mandato divino: “Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra” (Deut. 1:8).

Lee Deuteronomio 28:1 y 15. ¿Qué implican estas palabras? En resumen, la tierra les sería dada como parte del Pacto. Un pacto implica obligaciones. ¿Qué obligaciones tenía Israel?

La primera parte de Deuteronomio 28 describe las bendiciones que recibiría Israel si cumplía la voluntad de Dios. La otra parte del capítulo trata de las maldiciones que le sobrevendrían si no cumplía. Estas maldiciones fueron “en gran parte, aunque no totalmente, provocadas simplemente al darle al pecado la posibilidad de concretar sus resultados malvados. [...] ‘Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción’ (Gál. 6:8). Como el agua que, por sí sola, no dejará de correr hasta encontrar su nivel; como un reloj que, por sí solo, no dejará de funcionar hasta que se haya agotado por completo; como un árbol que, si se deja crecer, no puede sino dar su fruto apropiado; así también el pecado tiene un nivel que buscar, un curso que seguir, un fruto que madurar, y ‘el fin de ell[o]s es muerte’ (Rom. [6:] 21)” ( The Pulpit Commentary: Deuteronomy, t. 3, p. 439).

A pesar de todas las promesas de tierras, esas promesas no eran incondicionales; surgieron como parte de un pacto. Israel tenía que cumplir su parte del trato; de lo contrario, las promesas podían anularse. El Señor dejó muy en claro, más de una vez, que si desobedecía, la tierra le sería quitada. Lee Levítico 26:27 al 33. Es difícil imaginar cómo el Señor pudo haber sido más explícito con sus palabras.

Como cristianos, esperamos recibir y conservar la “tierra prometida” del cielo y la Tierra renovados. Nos han sido prometidos, al igual que la Tierra Prometida terrenal para los hebreos. Sin embargo, la diferencia es que una vez que llegamos allí, no hay posibilidad de que los perdamos (Dan. 7:18). Al mismo tiempo, existen condiciones para que lleguemos allí. ¿Cómo interpretas cuáles son estas condiciones, especialmente en el contexto de la salvación solo por fe?

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