“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Éxo. 19:4).

DIOS E ISRAEL

miércoles 12 de mayo, 2021

“Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxo. 19:5, 6).

En estos versículos, el Señor propone su pacto con los hijos de Israel. Aunque en cierto sentido el Señor los ha llamado, ese llamamiento no se les otorga automáticamente sin que ellos decidan. Tuvieron que cooperar. Incluso su liberación de Egipto implicó que ellos cooperaran: si no hubieran hecho lo que el Señor les dijo (como marcar con sangre los postes de las puertas), no se habrían librado. Así de sencillo.

Aquí, el Señor tampoco les dice: “Les guste o no, serán un tesoro especial para mí y una nación de sacerdotes”. No es así como funciona y no es lo que dice el texto.

Lee Éxodo 19:5 y 6, citado anteriormente. ¿Cómo entiendes lo que el Señor está diciendo en el contexto de la salvación por fe? El mandato de obedecer al Señor ¿anula de alguna manera el concepto de salvación por gracia? ¿Cómo te ayudan los siguientes pasajes a entender la respuesta? Romanos 3:19-24; 6:1, 2; 7:7; Apocalipsis 14:12.

“No ganamos la salvación por nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de Dios que se recibe por fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe” (CC 91, 92).

Piensa en lo que el Señor estaba dispuesto a hacer por la nación de Israel: no solo los libró milagrosamente de la esclavitud en Egipto, sino también quería convertirlos en su tesoro, una nación de sacerdotes. Al basar su relación con ellos en su salvación (tanto temporal, de la esclavitud en Egipto, como eterna), el Señor buscaba elevarlos a un nivel espiritual, intelectual y moral que los convertiría en el portento del mundo antiguo. Todo, con el propósito de usarlos para predicar el evangelio a las naciones. Todo lo que tenían que hacer, en respuesta, era obedecer.

¿En qué medida nuestra experiencia personal con el Señor debe reflejar ese mismo principio que vemos aquí, en el estudio de hoy?