“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

LIBRE DE CULPA

lunes 21 de junio, 2021

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:1).

Una joven había sido brutalmente asesinada, y no se sabía quién era el asesino. La policía, para tenderle una trampa, colocó un micrófono oculto en la tumba. Una noche, muchos meses después de su muerte, un joven se acercó a la tumba y, arrodillado y llorando, le pidió perdón a la mujer. La policía, por supuesto, al monitorear sus palabras, lo detuvo por el crimen.

¿Qué llevó a ese hombre a la tumba? Fue la culpa, ¿qué otra cosa? Por supuesto, aunque ninguno de nosotros nunca haya hecho algo tan malo como ese joven, todos somos culpables, todos hemos hecho cosas de las que nos avergonzamos; cosas que desearíamos poder deshacer, pero que no podemos.

Gracias a Jesús y la sangre del Nuevo Pacto, ninguno de nosotros tiene que vivir bajo el estigma de la culpa. Según el texto de hoy, no hay ninguna condena en contra de nosotros. El Juez Supremo nos considera libres de culpa; nos cuenta como si no hubiéramos hecho las cosas por las que nos sentimos culpables.

¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender Romanos 8:1? Juan 5:24; Romanos 3:24, 25; 2 Corintios 5:21.

Una de las grandes promesas de vivir en una relación de pacto con el Señor es que ya no tenemos que vivir bajo el peso de la culpa. Gracias a la sangre del Pacto, nosotros, que elegimos entablar esa relación de pacto con Dios, que elegimos cumplir con las condiciones de la fe, el arrepentimiento y la obediencia, podemos ver que se nos quita la carga de la culpabilidad. Cuando Satanás busca susurrar en nuestros oídos que somos impíos, que somos malos, que somos demasiado pecadores como para que Dios nos acepte, podemos hacer lo que hizo Jesús cuando Satanás lo tentó en el desierto: podemos citar las Escrituras, y uno de los mejores versículos para citar en estas ocasiones es Romanos 8:1. Esto no significa negar la realidad del pecado en nuestra vida; significa que gracias a la relación de pacto que tenemos con el Señor ya no vivimos bajo la condenación de ese pecado. Jesús pagó el castigo por nosotros, y ahora está en la presencia del Padre invocando su propia sangre por nosotros, presentando su justicia en lugar de nuestros pecados.

¿Qué importancia tiene en tu vida el hecho de que el Señor te haya perdonado, sean cuales fueren los pecados que cometiste? Esa realidad, ¿cómo te ayuda a tratar con quienes han pecado contra ti?