“No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gál. 2:21).
LETOV LAK
Los escépticos, aquellos que buscan razones para rechazar la Biblia, a menudo señalan algunas palabras fuertes de Dios que aparecen en el Antiguo Testamento. La idea es que el Dios del Antiguo Testamento era severo, vengativo y mezquino, especialmente en contraste con Jesús. Este no es un argumento nuevo, pero es tan errado ahora como cuando se lo promovió por primera vez hace muchos siglos.
Una y otra vez, el Antiguo Testamento presenta al Señor amando a su antiguo pueblo Israel y deseando solo lo mejor para ellos. Y este amor aparece con fuerza en el libro de Deuteronomio.
Lee Deuteronomio 10:1 al 15. ¿Cuál es el contexto inmediato de estos versículos y qué nos enseñan acerca de lo que Dios sentía por su pueblo, incluso después de su pecado? ¿Qué nos enseñan sobre la gracia?
La gracia y el amor de Dios por Israel son evidentes en este pasaje. Fíjate especialmente en los versículos 12 y 13. En realidad, constituyen una frase larga en forma de pregunta: “¿Qué te estoy pidiendo yo, el Señor, sino lo siguiente […] que andes en mis caminos, que me ames, me sirvas y guardes mis estatutos para tu propio bien?”
En todo este versículo, el mensaje está en singular. Aunque Dios ciertamente le está hablando a la nación en su conjunto, ¿de qué servirían sus palabras si el pueblo, cada uno en forma individual, no las obedece? El todo es tan bueno como la suma de las partes. El Señor les estaba hablando en forma personalizada, individual, a los integrantes de Israel como nación.
Tampoco podemos olvidar el final del versículo 13: guarda estas cosas letov lak; es decir, “para que tengas prosperidad”. En otras palabras, Dios le está ordenando al pueblo que obedezca porque es lo mejor para ellos. Dios los hizo, Dios los sostiene, Dios sabe qué es lo mejor, y quiere lo mejor para ellos. La obediencia a su Ley, a sus Diez Mandamientos, solo puede obrar para beneficio de ellos.
La Ley a menudo se compara con un seto, un muro de protección; al permanecer dentro de ese muro, sus seguidores están protegidos de una serie de males que de otro modo los alcanzarían y destruirían. En resumen, por amor a su pueblo, Dios entregó su Ley, y la obediencia a su Ley sería “para que tengas prosperidad”.
¿De qué formas podemos atestiguar por nosotros mismos que la obediencia a la Ley de Dios ha sido, verdaderamente, “para que tengas prosperidad”?