“Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma” (Deut. 4:29).
“DE TODO VUESTRO CORAZÓN”
“DE TODO VUESTRO CORAZÓN”
Deuteronomio 30:1 al 10 revela la gracia y la bondad de Dios con los descarriados y los pecadores, aun cuando esos pecadores y descarriados hayan recibido la bendición de Dios de maneras únicas: “Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” (Deut. 4:7). A pesar de todo lo que él había hecho por ellos, y a pesar del hecho de que no tenían ningún justificativo real por su pecado, ellos igualmente cayeron (¿alguien se siente identificado?).
En Deuteronomio 30:1 al 10, concéntrate en lo que implicaba el arrepentimiento para su regreso (teshuvá) a Dios. ¿Qué se requería, y qué debería enseñarnos esto sobre lo que significa el verdadero arrepentimiento?
Finalmente, tuvieron que tomar la decisión de volver a él y obedecerle de todo corazón. En cierto sentido, el verdadero problema era su corazón, porque si su corazón hubiese estado bien con Dios, sus acciones lo acompa- ñarían: es decir, serían obedientes.
Por eso se les dio la maravillosa promesa de que si “regresaban” al Señor, si se convertían sinceramente a él, entonces él obraría en ellos y “circuncidaría” su corazón. En medio de su cautiverio, tienen que tomar la decisión de regresar a Dios, y él los llevará de regreso a sí mismo y a la tierra. Y luego allí, en la tierra, los bendeciría. Y parte de la bendición es que él obraría en ellos para cambiar su corazón y así atraerlos aún más hacia él, para que ellos y sus hijos “ame[n] a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que viva[n]”.
Por último, en respuesta a las impresiones de Dios (ver Hech. 5:31), tendrían que arrepentirse verdaderamente de sus pecados. Elena de White, si bien vivía en un contexto histórico diferente, escribió: “El pueblo se lamentaba porque sus pecados le habían traído sufrimientos, pero no por haber deshonrado a Dios y transgredido su santa Ley. El verdadero arre- pentimiento es algo más que pesar por el pecado. Consiste en apartarse resueltamente del mal” (PP 600). Y esta es una verdad que podemos ver en Deuteronomio 30:1 al 10.
¿Cómo podemos distinguir la diferencia entre lamentar las consecuencias de nuestros pecados, cosa que cualquiera puede hacer, y lamentarnos por los pecados en sí? ¿Por qué es tan importante esta distinción?