“Acuérdate, no olvides que has provocado la ira de Jehová tu Dios en el desierto; desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes a Jehová” (Deut. 9:7).
“GUÁRDATE [...] PARA QUE NO TE OLVIDES”
Lee Deuteronomio 4:9 y 23. ¿Qué les dice el Señor que hagan aquí, y por qué esta advertencia es tan importante para la nación?
Dos verbos dominan el comienzo de estos dos versículos: “guardar” y “olvidar”. Lo que el Señor les está diciendo es: “Tengan cuidado de no olvidarse”. Es decir, “no olviden lo que el Señor ha hecho por ustedes ni el pacto que hicieron”.
El verbo “guardaos” (que también se utiliza de una forma diferente en Deut. 4:9, traducido como “guárdate”), aparece en todo el Antiguo Testamento y significa “tener cuidado”, “velar”, “preservar” o “proteger”. Curiosamente, la primera vez que aparece en las Escrituras es incluso antes del pecado, cuando el Señor le dijo a Adán que “guardase” el jardín que le había dado (Gén. 2:15).
No obstante, ahora el Señor le dice al pueblo, de forma individual a cada uno (el verbo está en singular), que tengan mucho cuidado de no olvidarse. Esto no es “olvidar” en el sentido cognitivo de perder la memoria (aunque, con el tiempo y en las nuevas generaciones que podrían llegar, era de esperar), sino más bien en el sentido de ser laxos con las obligaciones del Pacto. Es decir, debían ser conscientes de quiénes eran y lo que eso significaba en términos de cómo iban a vivir ante Dios, ante los demás hebreos, ante los extranjeros que había entre ellos y ante las naciones que los rodeaban.
Lee nuevamente Deuteronomio 4:9 (ver también Deut. 6:7; 11:19), pero concéntrate en la última parte, donde habla de enseñarles a sus hijos y a sus nietos. ¿Qué tendría que ver eso con ayudarlos a no olvidar?
No es coincidencia que justo después de que Moisés les dice que no se olviden, que no permitan que estas cosas se “aparten de su corazón” (NVI), les diga que enseñen estas cosas a la próxima generación y a la siguiente. No solo sus hijos necesitaban escuchar sobre estas cosas. Quizá lo más im- portante fuera que, al contar y volver a contar las historias de lo que Dios había hecho por ellos, el pueblo no olvidaría esas cosas. Por lo tanto, ¿qué mejor manera de conservar el conocimiento de lo que el Señor había hecho por su pueblo escogido?
El hecho de contarles a otros tu experiencia con el Señor, ¿cómo ha beneficiado no solo a los demás, sino también a ti? Volver a contar cómo Dios te ha guiado ¿cuánto te ayudó a no olvidar su dirección?