“Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios” (Heb. 4:9).
JESÚS, EL DADOR DEL DESCANSO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 15:13–21; Hebreos 3:12–19; 4:6–11; 4:1, 3, 5, 10; Deuteronomio 5:12–15; Hebreos 4:8–11.
Hebreos 1 y 2 se centraron en la entronización de Jesús como Gobernante y Libertador del pueblo de Dios. Hebreos 3 y 4 presentan a Jesús como el que nos brindará descanso. Esta progresión tiene sentido una vez que recordamos que el pacto davídico prometía que Dios les daría “descanso” de sus enemigos al Rey prometido y a su pueblo (2 Sam. 7:10, 11). Este descanso está disponible para nosotros ahora que Jesús está sentado a la diestra de Dios.
Hebreos describe el descanso como un descanso que pertenece a Dios y como un descanso sabático (Heb. 4:1-11). Dios hizo que este descanso, que era suyo, estuviera disponible para Adán y Eva. El primer sábado fue la experiencia de la perfección con aquel que hizo posible esa perfección. Dios también promete un descanso sabático porque la verdadera observancia del sábado materializa la promesa de que Dios restituirá esa perfección.
Cuando guardamos el sábado, recordamos que Dios hizo una provisión perfecta para nosotros cuando creó el mundo y cuando lo redimió en la Cruz. Sin embargo, la verdadera observancia del sábado es más que un acto de conmemoración. Es un anticipo, en este mundo imperfecto, del futuro que Dios ha prometido.