“Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario, hasta donde Jesús, el precursor, entró por nosotros, llegando a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Heb. 6:19, 20, NVI).

IMPOSIBLE DE RENOVAR

lunes 7 de febrero, 2022

Compara Hebreos 6:4 al 6; Mateo 16:24; Romanos 6:6; Gálatas 2:20; 5:24; y 6:14. ¿Qué sugiere esta comparación acerca de lo que significa crucificar a Cristo?

El texto original en griego enfatiza la palabra “imposible”. Es imposible que Dios restaure a los que “recayeron” porque están “crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios” (Heb. 6:6). Pablo quiere enfatizar que no hay otro camino de salvación, excepto a través de Cristo (Hech. 4:12). La salvación por cualquier otro medio es tan imposible como lo es “que Dios mienta” (Heb. 6:18) o agradar a Dios “sin fe” (Heb. 11:6).

Crucificar nuevamente al Hijo de Dios es una expresión figurativa que busca describir algo que sucede en la relación personal entre Jesús y el creyente.

Cuando los dirigentes religiosos crucificaron a Jesús, lo hicieron porque Jesús representaba una amenaza para su supremacía y autonomía. Por lo tanto, esperaban eliminar a Jesús como persona y destruir a un enemigo poderoso y peligroso. De igual modo, el evangelio desafía la soberanía y la autodeterminación de la persona en el nivel más básico. La esencia de la vida cristiana es tomar la cruz y negarse a sí mismo (Mat. 16:24). Esto significa crucificar al “mundo” (Gál. 6:14), al “viejo hombre” (Rom. 6:6) y “la carne con sus pasiones y deseos” (Gál. 5:24). El propósito de la vida cristiana es que suframos una especie de muerte. A menos que experimentemos esta muerte al yo, no podremos recibir la nueva vida que Dios quiere darnos (Rom. 6:1-11).

La lucha entre Jesús y el yo es una lucha a muerte (Rom. 8:7, 8; Gál. 5:17). Es una batalla difícil, que no se gana de una vez. Este pasaje no se refiere a la persona que a veces fracasa en la batalla contra el “viejo hombre” y la “carne”. Este pecado se refiere a la persona que, después de haber experimentado la salvación genuina y lo que esta implica (Heb. 6:4, 5), decide que Jesús es una amenaza para el tipo de vida que quiere tener y procede a terminar su relación con él. Es decir, mientras la persona no elija alejarse completamente de Cristo, todavía existe la esperanza de la salvación.

¿Qué significa morir al “yo”, tomar la “cruz”? ¿Qué es lo que te resulta más difícil de entregar al dominio de Cristo?