“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas” (Heb. 8:6).

LA NECESIDAD DE UN NUEVO PACTO

domingo 13 de febrero, 2022

Lee Hebreos 7:11 al 19. ¿Por qué se necesitaba un nuevo pacto?

Según Hebreos, el hecho de que Jesús fuera nombrado sacerdote según el orden de Melquisedec implicaba que se había establecido un pacto nuevo. El Antiguo Pacto se había dado sobre la base del sacerdocio levítico (Heb. 7:11). Los sacerdotes levitas actuaban como mediadores entre Dios e Israel, y la ley excluía a cualquier otra persona del sacerdocio. Por lo tanto, el autor concluye que un cambio de sacerdocio implica un cambio de la ley sacerdotal, así como un cambio de pacto (Heb. 7:12, 18, 19).

El problema con el Pacto Antiguo era que no podía ofrecer la perfección (Heb. 7:11). Pablo está hablando del sacerdocio levítico y su ministerio (sacrificios, fiestas, etc.). Los sacrificios de animales ofrecidos a través de ellos no podían ofrecer una purificación verdadera y total del pecado, ni acceso a Dios (Heb. 10:1-4; 9:13, 14; 10:19-23).

El hecho de que haya sido necesario el Nuevo Pacto no significa que Dios fuera injusto con Israel cuando le dio el Antiguo Pacto. El ministerio levítico y los servicios del Tabernáculo fueron diseñados para protegerlos de la idolatría y también para señalarles el futuro ministerio de Jesús. Hebreos enfatiza que los sacrificios eran “una sombra –un tenue anticipo de las cosas buenas por venir” (Heb. 10:1, NTV).

Al señalarles a Jesús, los sacrificios deberían haber ayudado al pueblo a depositar su esperanza y su fe en “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29; comparar con Isa. 53). Este es el mismo comentario que hace Pablo cuando dice que la Ley “vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe” (Gál. 3:24, NVI) o que “Cristo es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia” (Rom. 10:4, NVI).

En otras palabras, incluso los Diez Mandamientos, por más buenos y perfectos que sean, no pueden causar la salvación (Rom. 3:20-28; 7:12-14). Ofrecen una norma perfecta de justicia, pero no brindan justicia, así como el mirarse en un espejo tampoco puede borrar las arrugas de la edad. Para la justicia perfecta, necesitamos a Jesús como nuestro Sustituto.

¿Por qué la Ley no puede salvarnos? A fin de cuentas, si guardáramos todos los mandamientos, y los guardáramos bien –incluso a la perfección, ¿por qué no podría eso salvarnos?