“Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Gén. 15:2).
LAS DUDAS DE ABRAHAM
Lee Génesis 16:1 al 16. ¿Qué relevancia tiene la decisión de Abram de llegarse a Agar, a pesar de la promesa que Dios le hiciera? Estas dos mujeres, ¿cómo representan dos actitudes con respecto a la fe (Gál. 4:21–31)?
Cuando Abram dudó (Gén. 15:2), Dios le aseguró sin ambigüedades que tendría un hijo. Ahora, diez años después, Abram todavía sigue sin hijos. Incluso después de la última poderosa profecía de Dios, Abram parece haber perdido la fe: ya no cree que le será posible tener un hijo con Sarai. Ella, desesperanzada, toma la iniciativa y lo insta a recurrir a una práctica común de esa época en el antiguo Cercano Oriente: tomar una sustituta. Agar, la sierva de Sarai, es elegida para este servicio. El sistema da resultado. Irónicamente, esta estrategia humana parecía más eficaz que la fe en las promesas de Dios.
El pasaje que describe la relación de Sarai con Abram se asemeja a la historia de Adán y Eva en el Jardín del Edén. Los dos textos comparten una serie de motivos en común (Sarai, como Eva, es activa; Abram, como Adán, es pasivo) y comparten verbos y frases comunes (“escuchar la voz”, “tomar” y “dar”). Este paralelismo entre las dos historias implica la desaprobación de Dios de esta manera de actuar.
El apóstol Pablo alude a esta historia para expresar su punto de vista sobre las obras y la gracia (Gál. 4:23-26). En ambos relatos, el resultado es el mismo: la recompensa inmediata del obrar humano al margen de la voluntad de Dios conduce a problemas futuros. Fíjate que Dios está ausente durante todo el curso de la acción. Sarai habla de Dios pero nunca le habla a él; ni Dios les habla a ninguno de ellos. Esta ausencia de Dios es llamativa, especialmente después de la intensa presencia de Dios en el capítulo anterior.
Entonces, Dios se aparece a Agar, pero solo después de que ella deja la casa de Abram. Esta aparición inesperada revela la presencia de Dios a pesar del esfuerzo humano de actuar sin él. La referencia al “ángel de Jehová” (Gén. 16:7) es un título que a menudo se identifica con Jehová, YHWH (ver Gén. 18:1, 13, 22). Esta vez es Dios quien toma la iniciativa y anuncia a Agar que dará a luz a un hijo, Ismael, cuyo nombre significa “Dios oye” (Gén. 16:11). Irónicamente, la historia, que termina con la idea de escuchar (shamá‘), se hace eco de la escucha del comienzo de la historia, cuando Abram “escuchó” (shamá‘) la voz de Sarai (Gén. 16:2, LBLA).
¿Por qué es tan fácil que nosotros cometamos el mismo tipo de error que Abram?