“Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años; y Jehová había bendecido a Abraham en todo” (Gén. 24:1).

LA PROMESA

sábado 14 de mayo, 2022

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 22; Hebreos 11:17; Levítico 18:21; Juan 1:1–3; Romanos 5:6–8; Génesis 23–25; Romanos 4:1–12.

Finalmente, como Dios había prometido, Sara le dio a Abraham un hijo, “en su vejez” (Gén. 21:2), y llamó al bebé Isaac (ver Gén. 21:1–5). Pero la historia de Abraham está lejos de concluir, y llega a su momento culminante cuando él lleva a su hijo al monte Moriah para ser sacrificado. Sin embargo, Isaac es reemplazado por un carnero (Gén. 22:13), lo que implicaba el compromiso de Dios de bendecir a las naciones por intermedio de su “simiente” (Gén. 22:17, 18). Esa simiente, por supuesto, era Jesús (Hech. 13:23). Por lo tanto, en esta historia asombrosa (y en cierto modo preocupante) se revelan más elementos del plan de salvación.

Más allá de las profundas lecciones espirituales que hayan sacado de esta experiencia, no obstante, la familia de Abraham debió haberse visto sacudida, y el futuro de Abraham no está claro. Sara muere inmediatamente después del sacrificio en Moriah (Gén. 23) e Isaac continúa soltero.

Entonces, Abraham toma la iniciativa para asegurarse de que tendrá un futuro “adecuado”. Arregla el matrimonio de su hijo con Rebeca (Gén. 24), quien dará a luz a dos hijos (Gén. 25:21-23), y el mismo Abraham se casa con Cetura, quien le dará muchos hijos (Gén. 25:1-6). Esta semana, seguiremos a Abraham hasta el final de su vida (Gén. 25:7-11).