“Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí?” (Gén. 27:36).
JACOB Y ESAÚ
Lee Génesis 25:21 al 34. Compara las dos personalidades de Jacob y Esaú. ¿Qué cualidades de Jacob lo predisponían para merecer la bendición de Isaac?
Ya desde el vientre de su madre entendemos que Jacob y Esaú son diferentes y lucharán entre sí. Mientras que a Esaú se lo describe como un cazador robusto que corre por el campo, Jacob es visto como alguien “quieto” que se sienta en la tienda a meditar. La palabra hebrea tam, traducida como “tranquilo” (NVI), es el mismo verbo que se aplica a Job y a Noé, traducido como “perfecto” para Job (Job 8:20) y para Noé (Gén. 6:9).
Esta diferencia de carácter se vuelve más evidente más adelante en sus vidas (Gén. 27:1–28:5). Cuando Esaú llega a casa cansado y hambriento, Jacob le cocina lentejas. Para Esaú, el disfrute inmediato, visible y físico de la comida “en este día” (Gén. 25:31) es más importante que la bendición futura relacionada con su primogenitura (comparar con Heb. 12:16, 17).
“Las promesas hechas a Abraham y confirmadas a su hijo eran miradas por Isaac y Rebeca como la meta suprema de sus deseos y esperanzas. Esaú y Jacob conocían esas promesas. Se les había enseñado a considerar la primogenitura como asunto de gran importancia, porque no solo abarcaba la herencia de las riquezas terrenales, sino también la preeminencia espiritual. El que la recibía debía ser el sacerdote de la familia, y de su linaje descendería el Redentor del mundo” (PP 175, 176).
Para Jacob, a diferencia de su hermano, lo que importa es la relevancia espiritual futura de la bendición. Sin embargo, más tarde, por instigación de su madre (ver Gén. 27), Jacob engaña a su padre en forma abierta y deliberada, incluso usando el nombre de “Jehová tu Dios” (Gén. 27:20) para perpetrar ese engaño. Efectúa este terrible engaño, aun cuando era por algo que sabía que era bueno.
Los resultados fueron trágicos, y añadieron nuevas capas de disfunción a una familia de por sí disfuncional.
Jacob quería algo bueno, algo de valor, y eso era admirable (especialmente en comparación con la actitud de su hermano). Sin embargo, usó el engaño y la mentira para conseguirlo. ¿Cómo podemos evitar caer en una trampa similar de hacer lo malo para lograr algo “bueno”?