“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).
VER EL ROSTRO DEL ORFEBRE
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 5:16; 1 Corintios 4:9; Efesios 3:10; Job 23:1-10; Mateo 25:1-12; Daniel 12:1-10; Efesios 4:11-16.
Amy Carmichael llevó a un grupo de niños a un orfebre tradicional en la India. En medio de un fuego de carbón había una teja curva. En la teja había una mezcla de sal, tamarindo y polvo de ladrillo. Incrustado en esta mezcla había oro. A medida que el fuego devoraba la mezcla, el oro se volvía más puro. El orfebre sacaba el oro con unas tenazas y, si no era lo suficientemente puro, lo volvía a poner en el fuego. Pero, cada vez que reponía el oro, aumentaba el calor. El grupo le preguntó: “¿Cómo sabe que el oro está purificado?” Él respondió: “Cuando puedo ver mi rostro en él” (A. Carmichael, Learning of God, p. 50).
Dios está tratando de purificarnos, de refinarnos como al oro, de transfor\marnos a su imagen. Ese es un objetivo asombroso, y más asombroso aún es que solo cuando pasamos por los crisoles de la vida se desarrolla en nosotros un carácter semejante al de Cristo.
Un vistazo a la semana: ¿Qué papel tiene el sufrimiento en el proceso de purificación? ¿Cómo entendemos todo esto en el contexto del Gran Conflicto?