“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7).

“UN SER VIVIENTE”

domingo 9 de octubre, 2022

Lee Génesis 1:24 al 27 y 2:7 y 19. ¿Qué similitudes y diferencias puedes ver entre la forma en que Dios creó a los animales y a la humanidad? ¿Qué nos dice Génesis 2:7 sobre la naturaleza humana?

El relato de Génesis declara que, en el sexto día de la semana de la Creación, Jehová Dios dio vida a los animales terrestres y a los primeros seres humanos, una pareja (Gén. 1:24-27). Se nos dice que “formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos” (Gén. 2:19). También “formó al hombre del polvo de la tierra” (Gén. 2:7).

Aunque los animales y el hombre fueron hechos de “la tierra”, la formación del hombre fue distinta de la de los animales por dos razones. En primer lugar, Dios formó al hombre físicamente, y luego “sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7). Era una entidad física antes de convertirse en una entidad viviente. En segundo lugar, Dios creó a la humanidad, como hombre y mujer, a imagen y semejanza de la Deidad (Gén. 1:26, 27).

Génesis 2:7 explica que la infusión del “aliento de vida” en el cuerpo físico de Adán lo transformó en “un ser viviente” (hebreo néfesh jaiá), o literalmente un “alma viviente” (RVA). Esto significa que no tenemos un alma que pueda existir separada del cuerpo; más bien, somos un ser vivo, o alma viviente. La afirmación de que esta “alma” es una entidad consciente que puede existir separada del cuerpo humano es una idea pagana, no bíblica. Comprender la verdadera naturaleza de la humanidad nos impide aceptar la noción popular de un alma inmaterial y todos los peligrosos errores construidos sobre esa creencia.

Ninguna parte aislada del ser humano, separada de la persona en su conjunto, tiene una existencia consciente. Dios nos creó de una manera formidable y maravillosa, y no debemos especular más allá de lo que las Escrituras realmente dicen sobre este asunto específico. De hecho, no solo la naturaleza de la vida misma es un misterio (los científicos aún no pueden ponerse de acuerdo sobre qué significa exactamente que algo esté vivo); aún más misteriosa es la naturaleza de la conciencia. ¿Cómo es que los pocos gramos de tejido material (células y sustancias químicas) en nuestra cabeza, el cerebro, retienen y crean cosas inmateriales como los pensamientos y las emociones? Quienes estudian esta idea admiten que realmente no lo sabemos.

¡Qué gran milagro es la vida! ¿Por qué deberíamos regocijarnos en el regalo no solo de la vida, sino también de la vida eterna, un milagro aún mayor?