“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito [...] pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:17, 19).
“HE DE VER A DIOS”
Lee Job 19:25 al 27, y compáralo con Juan 1:18 y 1 Timoteo 6:16. ¿Cuándo y bajo qué circunstancias Job esperaba “ver a Dios”?
La vida no es justa. Comprobamos esto especialmente cuando vemos que los “buenos” sufren y los “injustos” prosperan (ver Sal. 73:12-17; Mal. 3:14-18). Por ejemplo, Job era “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Aun así, Dios permitió que Satanás lo afligiera de diversas formas calamitosas. Físicamente, una dolorosa enfermedad le devastó el cuerpo (Job 2:1-8). Materialmente, perdió gran parte de su ganado y de sus propiedades (Job 1:13-17). De su casa, perdió a sus siervos y hasta a sus propios hijos (Job 1:16, 18). Y, emocionalmente, estaba rodeado de amigos que lo acusaban de ser un pecador impenitente que se merecía lo que le estaba pasando (Job 4:1–5:27; 8:1–22; 11:1–20 y otros). Hasta su propia esposa le dijo: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9).
Job no se percató de que se había convertido en el epicentro de una profunda lucha cósmica entre Dios y Satanás. Afligido por esas luchas, Job lamentó estar vivo y deseó no haber nacido nunca (Job 3:1–26). Sin embargo, manifestó abiertamente su fidelidad incondicional a Dios con las palabras: “Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Aunque se imaginaba que pronto su vida terminaría, conservó la confianza en que la muerte no tendría la última palabra. Firmemente convencido, declaró que, aunque muriera, algún día se levantaría y él, el mismo Job, vería a Dios en su propia carne (Job 19:25-27). “Esta es una vislumbre inconfundible de la resurrección” (CBA 3:552).
¡Qué gloriosa esperanza en medio de semejante tragedia! Rodeado de enfermedad y dolor, de un colapso económico, del reproche social y de una crisis emocional, Job aún podía anhelar el día en que resucitaría y contemplaría a su amado Redentor. En realidad, la declaración de Job sobre la resurrección estaba llena de la misma convicción que siglos después Marta le expresara a Jesús: “Yo sé que [Lázaro] resucitará en la resurrección, en el día postrero” (Juan 11:24). Job, al igual que Marta, tuvo que reclamar esta promesa por fe; aunque, a diferencia de Job, Marta pronto recibió una poderosa evidencia empírica de su creencia.
¿Cómo podemos aprender a confiar en Dios aun en medio de las duras injusticias de la vida?