“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito [...] pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:17, 19).

TUS MUERTOS VIVIRÁN

miércoles 19 de octubre, 2022

Lee Isaías 26:14 y 19. ¿Cuál es el contraste entre los que perecerán para siempre (Isa. 26:14; ver también Mal. 4:1) y los que recibirán la vida eterna (Isa. 26:19)?

El libro de Isaías presenta un gran contraste entre la majestad de Dios y nuestra fragilidad humana (ver Isa. 40). Aunque somos como la hierba que se seca y la flor que se marchita, la Palabra de Dios permanece para siempre (Isa. 40:6-8). Sin embargo, a pesar de nuestra pecaminosidad humana, la gracia salvífica de Dios está disponible para todos los seres humanos y es eficaz incluso para los gentiles que abracen su Pacto y guarden el sábado (Isa. 56).

En el libro de Isaías, la esperanza de la resurrección se amplía significativamente. Si bien previamente en la Biblia las alusiones a la resurrección se expresaron más desde perspectivas personales (Job 19:25-27; Sal. 49:15; 71:20), el profeta Isaías habla de ella como si lo incluyera a él mismo y también a la comunidad de creyentes del Pacto (Isa. 26:19).

Isaías 26 contrasta los distintos destinos de los impíos y los justos. Por un lado, los malvados seguirán muertos, y no volverán a vivir jamás, al menos después de la “segunda muerte” (Apoc. 21:8). Serán completamente destruidos y toda su memoria perecerá para siempre (Isa. 26:14). Este pasaje subraya la enseñanza de que no hay almas ni espíritus sobrevivientes que continúen vivos después de la muerte. Hablando de la destrucción final de los impíos, que tendrá lugar posteriormente, Dios declaró en otra parte que se quemarán por completo, y no quedará “ni raíz ni rama” de ellos (Mal. 4:1).

Por otro lado, los justos muertos resucitarán de la muerte para recibir su bendita recompensa. Isaías 25 resalta que Jehová el Señor “destruirá a la muerte para siempre” y “enjugará [...] toda lágrima de todos los rostros” (Isa. 25:8). En Isaías 26 encontramos las siguientes palabras: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos” (Isa. 26:19). Todos los justos resucitados participarán de la alegre fiesta que Dios preparará para todos los pueblos (Isa. 25:6). La resurrección final reunirá a todos los justos de todas las edades, incluyendo a tus seres queridos que ya murieron en Cristo.

Imagínate si no tuviéramos ninguna esperanza, ninguna seguridad, ninguna razón para pensar que nuestra muerte no es más que el fin de todo para nosotros. Y, peor aún: que todos nuestros amados desaparecerán, y pronto será como si nunca hubiéramos existido; como si nuestra vida nunca hubiese significado absolutamente nada. ¿Cómo contrasta este destino con la esperanza que tenemos?