“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apoc. 1:17, 18).

PRIMICIAS DE LOS QUE DURMIERON

jueves 10 de noviembre, 2022

Lee 1 Corintios 15:20 a la luz de Deuteronomio 26:1 al 11. ¿En qué sentido se refirió Pablo al Cristo resucitado como “primicias de los que durmieron”?

La ofrenda de “las primicias” era una antigua práctica agrícola israelita con un profundo significado religioso. Era un reconocimiento sagrado de Dios como el Proveedor misericordioso, que les había confiado a sus mayordomos la tierra donde crecían los cultivos que estaban a punto de ser cosechados (ver Éxo. 23:19; 34:26; Lev. 2:11–16; Deut. 26:1-11). Las primicias no solo indicaban que comenzaba la cosecha, sino también revelaban la calidad de los productos.

Según Wayne Grudem, “al llamar a Cristo ‘las primicias’ (griego, aparjē), Pablo utiliza una metáfora de la agricultura para indicar que seremos como Cristo. Así como las ‘primicias’, o la primera degustación de la cosecha madura, muestran cómo será el resto de la cosecha para ese cultivo, así Cristo como las ‘primicias’ muestra cómo será nuestro cuerpo resucitado cuando, en la ‘cosecha’ final de Dios, nos resucite de entre los muertos y nos lleve ante su presencia” (W. Grudem, Systematic Theology, p. 615).

Vale la pena recordar que Jesús salió de la tumba con un cuerpo humano glorificado, pero todavía llevaba las marcas de la crucifixión (Juan 20:20, 27). ¿Significa esto que los hijos de Dios resucitados también llevarán las marcas físicas de sus propios sufrimientos? En el caso del apóstol Pablo, ¿todavía llevará en su cuerpo glorificado el “aguijón en [la] carne” (2 Cor. 12:7) y “las marcas del Señor Jesús” (Gál. 6:17)?

Hasta su muerte, Pablo “había de llevar en su cuerpo las señales de la gloria de Cristo en sus ojos, que fueron enceguecidos por la luz celestial [ver Hech. 9:1–9]” (HR 236). Pero esto no significa que él o cualquier otro de los redimidos glorificados resucitarán con las marcas de sus propios sufrimientos (comparar con 1 Cor. 15:50–54). En el caso de Cristo, “siempre llevará las señales de esa crueldad. Cada grabado de los clavos contará la historia de la maravillosa redención del hombre y del costoso precio por medio del cual fue adquirida [dicha redención]” (PE 209). Sus trazas son las que nos garantizan que todas nuestras marcas desaparecerán para siempre.

Cristo llevará por siempre las cicatrices de su crucifixión. ¿Qué revela eso sobre el amor de Dios por nosotros y cuánto costó salvarnos? ¿Cómo muestra, también, cuánto ha invertido la Deidad para salvarnos?