“Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Cor. 11:14, 15).
CULTO A LA NIGROMANCIA Y A LOS ANTEPASADOS
La palabra “nigromancia” deriva de los términos griegos nekros (muerto) y manteia (adivinación). Practicada desde la antigüedad, la nigromancia es una forma de convocar a los supuestos espíritus activos de los muertos para adquirir conocimiento, a menudo sobre acontecimientos futuros. En tanto, el culto a los antepasados es la costumbre de venerar a los antepasados fallecidos porque todavía se los considera familia y porque sus espíritus pueden influir sobre los asuntos de los vivos. Estas prácticas paganas pueden resultar muy atractivas para quienes creen en un alma inmortal y que también extrañan a sus seres queridos fallecidos.
Lee 1 Samuel 28:3 al 25. ¿Qué lecciones espirituales contra cualquier supuesta comunicación con los muertos se pueden extraer de la experiencia de Saúl con la adivina de Endor?
La Biblia expone muy claramente que todos los espiritistas, médiums, hechiceros y nigromantes que hubieran en el pueblo de Israel eran abominaciones a Jehová y debían morir apedreados (Lev. 19:31; 20:6, 27; Deut. 18:9-14). De conformidad con esta ley, Saúl había destruido a todos los médiums y espiritistas de Israel (1 Sam. 28:3, 9).
Pero luego, después de que Dios lo rechazara, el mismo Saúl fue a la ciudad cananea de Endor para consultar a una médium (1 Sam. 28:6, 7, 15; comparar con Jos. 17:11; Sal. 83:10). Le pidió que trajera al fallecido profeta Samuel, quien supuestamente ascendió en una aparición nigromántica y habló con Saúl (1 Sam. 28:13-19). El espíritu engañador, que se hacía pasar por Samuel, le dijo a Saúl:
“Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos” (1 Sam. 28:19). Al predecir la muerte de Saúl, ese espíritu engañador, que simplemente adoptó la forma de Samuel, reafirmó la teoría antibíblica de la inmortalidad natural del alma. Fue un engaño poderoso, y Saúl debería haberlo pensado mejor antes de participar en algo que había condenado anteriormente.
Más de dos siglos después, el profeta Isaías escribió: “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isa. 8:19, 20; ver también Isa. 19:3).
¿Con qué frecuencia, bajo estrés, hacemos cosas que sabemos que están mal? ¿Por qué la fe, la oración y la obediencia a la Palabra de Dios son nuestra única defensa segura contra nosotros mismos?