“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23).

LA MENTE DE CRISTO

martes 13 de diciembre, 2022

Algunos creen que al cambiar el entorno la persona se transformará. Definitivamente, debemos evitar lugares y circunstancias que puedan hacernos más vulnerables a la tentación (Sal. 1:1; Prov. 5:1-8). Pero, nuestro problema con la tentación y el pecado solo puede resolverse mediante la transformación de nuestro corazón (o mente). Cristo fue al meollo del asunto cuando dijo: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Mar. 7:21, 22). Esto significa que nuestra mente debe transformarse para que nuestro comportamiento cambie.

Lee los siguientes pasajes: 1 Corintios 2:16; Salmo 24:3, 4; Romanos 12:2; Filipenses 4:8; Colosenses 3:2. ¿Qué significa tener la “mente de Cristo”?

El Señor había prometido que bajo el “Nuevo Pacto” él pondría su Ley en la mente del pueblo y la escribiría en su corazón (Jer. 31:31-33; comparar con Heb. 8:8-10; 10:16). No es de extrañar, entonces, que en el Sermón del Monte Cristo haya ampliado y profundizado el significado de los mandamientos de Dios al nivel de los pensamientos y las intenciones (ver Mat. 5:17–48). Por ende, podemos obtener la victoria sobre la tentación solo por la gracia transformadora de Dios y, en el nivel de pensamientos e intenciones, debemos reclamar esa promesa para poder detener los pensamientos pecaminosos.

No obstante, por más que seamos fieles en esta vida, nunca alcanzaremos la impecabilidad total. Pero, si estamos en Cristo, su justicia nos reviste completamente. Aunque todavía no somos perfectos, ya se nos considera perfectos en él (Fil. 3:12-15). “Cuando estamos unidos con Cristo, tenemos la mente de Cristo. La pureza y el amor brillan en el carácter, la humildad y la verdad rigen la vida. La misma expresión del rostro es cambiada. Cristo, que habita en el alma, ejerce un poder transformador, y el aspecto externo da testimonio de la paz y del gozo que reinan en el interior” (MS 1:406).

Solo mediante una entrega diaria, una muerte diaria al yo, un esfuerzo diario decidido, por fe, para ser obedientes a Jesús, podemos obtener este tipo de transformación en nuestra vida.

Imagínate cómo sería tu vida si pudieras frenar incluso los pensamientos pecaminosos. ¿Cuán diferente sería? ¿Cuál es la única forma posible de que esta sea tu experiencia?