“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apoc. 21:5).
SU NOMBRE EN SUS FRENTES
Lee Apocalipsis 22:3 al 5. ¿Cómo podemos tener la seguridad de que estaremos entre aquellos que tendrán el nombre de Dios escrito en la frente? Es decir, ¿podemos estar seguros?
Después de la rebelión de Lucifer y la caída de Adán y de Eva, Dios podría haber destruido a los dos pecadores. Sin embargo, como expresión del amor incondicional por sus criaturas, Dios estableció un plan misericordioso para salvar a todos los que acepten lo que él les ofrece. Esto es lo que se conoce como el “plan de salvación”, que, aunque existía aun antes de la creación de la Tierra (Efe. 1:3, 4; 2 Tim. 1:9; Tito 1:2; Apoc. 13:8), la primera vez que se dio a conocer fue a la humanidad en el Edén, inmediatamente después de la Caída. Luego se reveló aún más en los tipos y las sombras del servicio del Santuario hebreo (Éxo. 25). Y posteriormente tuvo su máxima expresión en la vida, la muerte y la resurrección de Jesús (ver Rom. 5).
En el centro del plan de salvación está la promesa de vida eterna, sobre la base de los méritos de Jesús, para todos los que acepten, por fe, la gran provisión hecha en la Cruz. Antes de la Cruz y después de la Cruz, la salvación siempre ha sido por fe, nunca por obras, por más que las obras sean una expresión natural de nuestra salvación.
Pablo escribió acerca de Abraham, quien existió mucho antes de la venida de Cristo, como un ejemplo de salvación por la fe: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Rom. 4:2, 3). ¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender de qué se trata la salvación por fe?
Entonces, podemos tener la seguridad de la salvación si aceptamos a Jesús, nos entregamos a él, reclamamos sus promesas (incluyendo las de una nueva vida en él), y nos apoyamos totalmente en sus méritos y nada más. Abraham creyó, y esto se le tomó en cuenta como justicia; con nosotros funciona igual.
Por consiguiente, esto es lo que significa tener su nombre escrito en nuestra frente. Si lo tenemos escrito allí en este momento y no nos apartamos de él, entonces también estará escrito en los cielos nuevos y en la Tierra Nueva.