“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apoc. 21:5).
EN EL TEMPLO DE DIOS
Algunos hablan del cielo propiamente dicho como el Santuario de Dios. Pero el libro de Apocalipsis alude a un Santuario/Templo específico dentro de la Nueva Jerusalén, donde se encuentran el Trono de Dios y el mar de vidrio (Apoc. 4:2–6; 7:9–15; 15:5–8). Allí, la gran multitud de santos de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas adorarán a Dios para siempre (Apoc. 7:9–17).
Compara Apocalipsis 7:9 al 15 con 21:3 y 22. ¿Cómo podemos armonizar la descripción de la gran multitud de los redimidos que sirven a Dios “día y noche en su templo” (Apoc. 7:15) con la afirmación de que Juan “no vi[o] ningún templo” en la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:22, NVI)?
El Santuario/Templo celestial siempre ha sido el lugar donde las huestes celestiales adoran a Dios. Pero, con la aparición del pecado, ese Santuario se convirtió también en el lugar desde donde se ofrece la salvación a la humanidad. “Cuando termine el problema del pecado, el Santuario celestial retornará nuevamente a su función original. En Apocalipsis 21:22, Juan el Revelador informa que ya no vio un templo en la ciudad, porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su templo. Pero ¿significa eso que ya no hay una casa de Dios donde sus criaturas puedan ir a tener una comunión especial con él? ¡De ninguna manera!” (R. M. Davidson, “The Sanctuary: ‘To Behold the Beauty of the Lord’ ”, p. 31).
El libro de Apocalipsis presta especial atención al Ser que recibe adoración y a quienes lo adoran. Esta adoración celestial se centra en Dios y en el Cordero (Apoc. 5:13; 7:10). Como siempre, y como debe ser, Cristo es el centro de la adoración.
Los adoradores son quienes “han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apoc. 7:14). Son un testimonio vivo del poder redentor y transformador de Dios. Cantan alabanzas a Dios por quién es él y por lo que hizo por ellos.
Apocalipsis 21:3 dice: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Estos versículos reflejan muchos otros pasajes (Jer. 32:38; Eze. 37:27; Zac. 8:8; Heb. 8:10). ¿Qué significa para nosotros ahora, que todavía estamos en la Tierra, que Dios será nuestro Dios y nosotros seremos su pueblo? ¿Cómo vivimos esta asombrosa verdad ahora?