“Y todo lo que hagan, háganlo con todo el corazón, como para el Señor y no para los hombres; seguros de que recibirán del Señor la recompensa de la herencia; porque ustedes sirven a Cristo el Señor” (Col. 3:23, 24).
LA BENDICIÓN DEL TRABAJO (IDEALMENTE)
A menos que seas rico de forma autónoma, o que seas beneficiario de un fondo fiduciario que mamá o papá crearon para ti a fin de que nunca tengas que trabajar en tu vida (si lees muchas historias sobre estos niños, el dinero, pensado idealmente como una bendición, a menudo les provoca una tragedia como adultos), tarde o temprano tendrás que trabajar para ganarte la vida. Lo ideal, por supuesto, es encontrar algo que te apasione y que también te pueda generar buenos ingresos, capacitarte en ello, encontrar un trabajo y vivir de eso durante tus años laborales. Ese es el ideal; por supuesto, no siempre resulta así.
Lee Génesis 2:15 (ver también Ecl. 9:10; 2 Tes. 3:8–10). ¿Qué importancia tiene el hecho de que, aun antes de la entrada del pecado, a Adán (y por cierto también a Eva) se les asignara un trabajo? ¿Cómo podría esto explicar por qué, como se dijo anteriormente, para quienes nunca tuvieron que trabajar su situación resultó ser una maldición?
Este trabajo no fue un castigo, obviamente. Fue ideado para el bien de ellos. Es decir, aun en el Paraíso, incluso en un mundo en el que no existía el pecado, ni la muerte ni el sufrimiento, Dios sabía que los seres humanos necesitaban trabajar.
“Y a Adán se le dio el trabajo de cuidar el huerto. El Creador sabía que Adán no podía ser feliz sin una ocupación. La hermosura del huerto lo deleitaba, pero esto no era suficiente. Debía tener un trabajo para poner en ejercicio los admirables órganos de su cuerpo. Si la felicidad hubiera consistido en no hacer nada, el hombre, en su condición de santa inocencia, habría sido dejado sin ocupación. Pero aquel que creó al hombre sabía lo que convenía para su felicidad; y no bien lo hubo creado, le señaló un trabajo. La promesa de gloria futura, y el decreto de que el hombre debe trabajar para obtener su pan cotidiano, proceden del mismo trono” (NEV 225).
Sin embargo, aun después de la Caída, cuando (como con todo lo demás) el trabajo había sido contaminado por el pecado, Dios le dijo a Adán: “Maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida” (Gén. 3:17, RVA). Fíjate que Dios maldijo la tierra “por amor de ti”, por el bien de Adán, con la idea de que el trabajo sería algo que él necesitaría, especialmente como ser caído.
¿Qué es lo que tiene el trabajo que, idealmente, debería convertirse en algo que pueda ser una bendición para nosotros?