“Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel! Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor’” (Mat. 25:21).
LA NUEVA JERUSALÉN
La descripción bíblica de la Nueva Jerusalén es lo que Abraham vio por fe. “Porque esperaba la ciudad con fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb. 11:10). La Nueva Jerusalén es la obra maestra de Dios, construida para quienes lo aman y guardan sus mandamientos. La Nueva Jerusalén será el hogar de los hijos fieles de Dios en el Cielo durante el Milenio y, posteriormente, en la Tierra Nueva por la eternidad. Hay buenas noticias para los que no nos gusta empacar o mudarnos: Dios se encarga de todo. Juan dice que vio la ciudad: “Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, engalanada como una novia para su esposo” (Apoc. 21:2).
Lee Apocalipsis 21. ¿Cuáles son algunas de las cosas que se nos prometen?
Hay tanto aquí que nuestra mente (afectada por el pecado, y que solo conoce un mundo caído y atormentado por el pecado) apenas puede comprender. Pero lo que sí podemos entender es que está lleno de esperanza.
En primer lugar, así como Jesús habitó con nosotros en este mundo caído cuando vino en la carne, morará con nosotros en el nuevo mundo. ¡Qué privilegio debió haber sido para quienes vieron a Jesús de cerca y en persona! Tendremos esa oportunidad nuevamente, solo que ahora sin el velo del pecado, que distorsiona lo que vemos.
Entonces, también, los que solo conocemos las lágrimas y la tristeza, el llanto y el dolor entendemos una de las mayores promesas de toda la Biblia: “Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4). Todas esas “primeras cosas” habrán pasado, cosas que nunca debieron haber existido.
Además, del Trono de Dios fluye el río puro de vida, y a ambos lados del río está el árbol de la vida. El Trono de Dios estará allí, y “verán su rostro” (Apoc. 22:4). Una vez más, los redimidos vivirán en una intimidad con Dios que, por lo general, no tenemos ahora.
Lee Apocalipsis 21:8, sobre el destino de los que enfrentarán la Segunda Muerte. ¿Qué pecado de los que allí se describe Jesús no pudo perdonar? ¿Por qué, entonces, se pierden estas personas, cuando algunos que han hecho las mismas cosas se salvan? ¿Cuál es la diferencia crucial entre estos dos grupos?