“Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19).
EL PUEBLO DE DIOS: LOS CANALES DE LA MISIÓN
A lo largo de la historia, Dios siempre ha contado con personas que representaron fielmente su carácter y, en obediencia, siguieron sus propósitos. El pueblo de Dios son quienes han sido llamados y que han aceptado su invitación a ser partícipes de su gracia. Todos ellos han sido, y continúan siendo, instrumentos de Dios para el cumplimiento de su misión.
Lee Génesis 12:1 al 3; y Deuteronomio 7:6, 11 y 12. ¿Cuál era el propósito original de Dios para su pueblo en el Antiguo Testamento?
El pacto de Dios con Abraham y sus descendientes tenía un propósito específico. Fueron llamados, creados y comisionados para ser agentes de la misión de Dios: canales de bendiciones para las naciones (comparar con Deut. 28:10; Isa. 49:6). Sin embargo, fueron elegidos dentro de una relación de pacto con Dios, basada en una condicionalidad implícita de fe y obediencia (Gén. 22:16-18; Éxo. 19:5, 6; Deut. 28:1, 2; 2 Crón. 7:14). Este proceso de atraer a las naciones circundantes hacia Israel fue la “estrategia misionera” de Dios en el Antiguo Testamento.
En el Nuevo Testamento, la misión de Dios continúa. El Señor y Salvador resucitado lanza ahora una nueva “estrategia misionera” (ver Mat. 28:18-20; Hech. 1:8), en la que los discípulos de Cristo, que constituyen la iglesia, salen a la misión por todo el mundo, en lugar de que, como ocurría con el antiguo Israel, el mundo fuera a ellos. La misión no se originó con la iglesia. Al contrario, la iglesia existe porque Dios todavía tiene una misión que cumplir y está utilizando a su iglesia para llevarla a cabo.
Sin embargo, cabe una pregunta: ¿Cuál es la misión de la iglesia? Es la misma que la de aquel que llamó a la iglesia a la existencia: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). Aunque ninguno de nosotros en la iglesia puede salvar a nadie, sí podemos y debemos llevar a otros al Único que puede salvar, y ese es Jesucristo.
“La misión de la iglesia de Cristo consiste en salvar a los pecadores que perecen. Consiste en darles a conocer el amor de Dios hacia los hombres y ganarlos para Cristo por la eficacia de ese amor” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 420). ¡Qué privilegio y qué tremenda responsabilidad!
La misión es para la iglesia lo que el aire es para nuestra vida. Sin aire, morimos. Sin misión, la iglesia muere. ¿Qué puedes hacer personalmente para sostener la vida de tu iglesia?