“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).
NO FUERON ENCUBIERTOS DE TI MIS HUESOS
Lee Salmo 139:1 al 18. ¿Cómo describe poéticamente el poder (Sal. 139:1-6), la presencia (Sal. 139:7-12) y la bondad (Sal. 139:13-18) de Dios? ¿Qué dice la grandeza de Dios acerca de sus promesas?
¿Alguna vez quisiste ayudar a alguien, pero no tenías medios? Del mismo modo, algunos intentaron ayudarte, pero no comprendieron tus necesidades. A diferencia incluso de las personas más afectuosas y con las mejores intenciones, Dios nos conoce perfectamente y sabe quiénes somos, cuáles son nuestras circunstancias, y también cuáles son los medios para ayudarnos. Por eso, sus promesas de ayuda y liberación no son temas superficiales, sino certezas firmes.
El conocimiento que Dios tiene del salmista es tan grande y único que ni siquiera el vientre de su madre podría ocultarlo de Dios (Sal. 139:13, 15). El conocimiento divino abarca el tiempo (Sal. 139:2), el ser interior (Sal. 139:2, 4) y el espacio (Sal. 139:3): toda la existencia del salmista. El maravilloso conocimiento de Dios proviene del hecho de que él es el Creador y de su estrecha relación con las personas, y se manifiesta en su cuidado por ellas.
Esta maravillosa verdad de que Dios nos conoce íntimamente no debe asustarnos, sino impulsarnos a los brazos de Jesús por lo que él ha logrado por nosotros en la Cruz. Porque por la fe en Jesús se nos ha dado su justicia, “la justicia de Dios” mismo (Rom. 3:5, 21).
La presencia de Dios se pone de relieve al describir que Dios llega hasta el “sepulcro” (sheol) y las “tinieblas” (Sal. 139:8, 11, 12), lugares en los que Dios no suele habitar (Sal. 56:13). Su presencia también se representa como si tomara “las alas del alba” (este) para llegar “hasta el extremo del mar” (oeste) (Sal. 139:9). Estas imágenes transmiten la verdad de que no hay lugar en el Universo donde podamos estar fuera del alcance de Dios. Aunque Dios no forma parte del Universo, como algunos creen, está presente en él, pues no solamente lo ha creado, sino también lo sostiene (ver Heb. 1:3).
Como aquel que sabe todo sobre nosotros, Dios puede ayudarnos y restaurarnos. El nuevo descubrimiento de su grandeza provoca en el salmista un estallido de alabanza y confianza renovada. Acoge el escrutinio divino como el medio que puede eliminar de su vida todo lo que perturba su relación con Dios.
Para algunos, el hecho de que Dios sepa tanto sobre ellos, incluso sus secretos más oscuros, puede ser un pensamiento bastante aterrador. ¿Por qué entonces el evangelio es nuestra única esperanza?