“¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal. 137:4).
¿HA FALLADO PARA SIEMPRE SU PROMESA?
Lee Salmo 77. ¿Qué experiencia está viviendo el autor?
Salmo 77 comienza con una súplica de ayuda a Dios llena de lamentos y dolorosos recuerdos del pasado (Sal. 77:1-6). Todo el ser del salmista se dirige con luto a Dios. Se niega a dejarse consolar por cualquier alivio que no provenga de Dios.
No obstante, recordar a Dios parece intensificar su angustia: “Me acordaba de Dios y gemía” (Sal. 77:3). La palabra hebrea hamá (‘gemir’) a menudo representa el rugido de las aguas embravecidas (Sal. 46:3). Del mismo modo, todo el ser del salmista se encuentra en un estado de intensa inquietud.
¿Cómo puede el recuerdo de Dios producir sentimientos tan fuertes de angustia? Una serie de preguntas inquietantes delatan la causa de su angustia (Sal. 77:7-9): ¿Ha cambiado Dios? ¿Es posible que Dios traicione su Pacto?
El marcado contraste entre los actos salvíficos de Dios en el pasado y su aparente ausencia en el presente hace que el salmista se sienta abandonado por Dios. Si Dios ha cambiado, entonces el salmista no tiene esperanza, una conclusión que se esfuerza por rechazar.
Mientras tanto, el salmista no puede dormir porque el Señor no lo deja dormir (Sal. 77:4). Esto nos recuerda a otros personajes bíblicos cuyo insomnio fue utilizado providencialmente por Dios para prosperar sus propósitos (Gén. 41:1-8; Est. 6:1; Dan. 2:1-3). La larga noche de insomnio hace que el salmista considere los pasados actos de liberación del Señor, pero con nueva determinación (Sal. 77:5, 10).
La seguridad que el salmista recibe de Dios no consiste en explicaciones sobre su situación personal, sino en una confirmación de la fidelidad y la confianza de Dios (como Job). Se anima al salmista a esperar en el Señor con fe, sabiendo que él es el mismo Dios que realizó milagros en el pasado de Israel (Sal. 77:11-18). El salmista también se da cuenta de que “no se vieron tus huellas” (Sal. 77:19), reconociendo la guía de Dios, incluso en situaciones en las que su presencia no es obvia a los ojos humanos. El salmista reconoce que Dios se revela y se oculta simultáneamente, y por eso ofrece alabanzas a las sendas misteriosas y soberanas del Señor.
Piensa en momentos pasados en los que el Señor actuó en tu vida. ¿Cómo puede ayudarte esa verdad a afrontar lo que se te presenta ahora?